FUNKY SQUAREDANCE – Phoenix


Del álbum United (Source, 2000)

Tarde o temprano, en ¿Qué tiene esta música? teníamos que dedicarle un post a Phoenix. Y es que este grupo francés despierta especial simpatía en el creador de este blog y en sus dos humildes colaboradores, entre los que me incluyo. De hecho, compartí con Mash uno de los mejores conciertos a los que recuerdo haber ido: una velada con Phoenix en la Sala Bikini de Barcelona, de la que salí con una camiseta y con esta cara (bueno, la cara no se ve pero se intuye: purita felicidad). Era el año 2006 y estaban presentando en directo su tercer álbum, It’s never been like that, el que les dio mayor popularidad, sobre todo en Estados Unidos. No obstante, aquél suponía un cambio de registro en su carrera, un disco directo, guitarrero y muy rítmico, lleno de estupendas canciones que recordaban al estilo de los primeros The Strokes. Escribieron y grabaron los temas de forma muy inmediata, como si fueran un grupo de garage rock. Parece que fue una suerte de depuración tras un segundo álbum (Alphabetical) con mucha labor de producción, que les trajo muchos quebraderos de cabeza y con el que, al menos por entonces, no andaban muy contentos.

Pero antes de todo eso Phoenix ya habían pasmado a algunos de sus futuros fans –como yo mismo– con el sorprendente United, su LP de debut. Aquello fue en el año 2000, y se podría decir que eran otros tiempos. Yo por entonces, aunque esté feo decirlo, descubría las maravillas del Napster, gracias al cual amplié bastante mis gustos musicales. Así que ahí andaba, buscando referencias para descargar como un poseso. A Phoenix los descubrí gracias al suplemento Tentaciones de El País, cuando todavía no daba vergüenza ajena y cuando, digamos, no todo el periodismo impreso daba vergüenza ajena. Se hablaba de ellos en un reportaje sobre la hornada de bandas francesas que surgían por entonces, nombres como Air, Daft Punk, Tahiti 80, Cassius… Una buena generación, sí señor. Recuerdo que Phoenix ya sonaban en la tele como parte de un anuncio de Amena (que, cosas de las siempre sospechosas operadoras de móvil, ha vuelto a la vida ahora); era uno de los singles de ese disco, la fantástica If I ever feel better.

United era un álbum difícil de clasificar: tenía temas que, según decían, se enmarcaban en un estilo de los 70 llamado AOR (una cosa tan macarra que casi nadie había reivindicado hasta entonces), y tenía toques discopunk rock, soul y, desde luego, pop –que amalgamaba el conjunto. Un debut que podía considerarse irregular y hasta fallido en ciertos temas; pero es que además solo tenía 10 canciones, y tres de ellas apenas alcanzaban los 2 minutos de duración. Viéndolo con distancia, me parece una muestra de falta de pretensiones y de absoluta libertad creativa, lo que me lleva a la canción que quería comentar de este disco. Es el corte 9, y sorprendentemente fue elegido como tercer single del mismo. Se llama Funky Squaredance, dura casi 10 minutos y está nítidamente dividido en 3 partes: una primera de corte country aunque cantada con vocoder (!); una segunda (02:54) de electro-funk muy bailable; y una tercera parte (05:28) en la línea del heavy metal de los 80, con solazo de guitarra incluido. En ese último tramo hay un momento más íntimo, de estilo disco-soul, que luego vuelve a conectar con el estribillo, añadiendo carácter épico a base de coros y hasta campanas finales. Sí, todo lo descrito convive en una sola canción, ¡y además mola!

Pero, siendo honesto, lo que me hizo pensar en que esta canción merecía un comentario es el videoclip que descubrí hace solo unas semanas. En realidad, no es necesario que dé mucha información previa a su visionado, porque el propio vídeo cuenta la historia de su gestación, pero por resumir: en el año siguiente al lanzamiento de United, los chicos de Phoenix escribieron un e-mail a Roman Coppola, realizador de videoclips e hijo del maestro Francis Ford. Con todo el descaro que mostraban en Funky Squaredance, le pedían que les hiciera un vídeo de ese tema sin cobrar un chavo y con un presupuesto ínfimo. Roman accedió con una propuesta “tal vez demasiado loca” (en sus propias palabras), pero que encantó a la banda parisina.

Lo bonito del videoclip es que relata cómo Roman conoció al grupo a través de su hermana Sofia, quien a su vez había conocido a su cantante, Thomas Mars, grabando un tema para la banda sonora de su primer film, Las vírgenes suicidas –firmada, por cierto, por otros franceses de aquella hornada: Air. Para el siguiente, Lost in translation, la Coppola incluiría uno de los mejores cortes de United, la maravillosa Too young.  Y aquí viene la nota de periodismo rosa que puede parecer innecesaria, y es que Sofia y Thomas se casarían años después y tendrían dos hijas (una de ellas llamada Romy, en honor a Roman). Un cotilleo que para mí tiene sentido en el contexto del videoclip que nos ocupa, ya que éste tiene mucho componente (auto)biográfico.

Roman relata en unas pocas líneas e imágenes quién es él y explica cómo decidió que el vídeo sería un flujo de aquellas imágenes que le vinieran a la cabeza, y también las que aportaran los miembros del grupo. Hablándolo con su hermana Sofia, ella le sugirió que incluyese una toma que Roman había grabado a su novia bailando… un momento alucinante. Luego aparecen imágenes de la propia Sofia y se menciona a los Coppola, haciendo énfasis en la madre de familia, una artista conceptual de cuya obra también se nutre el videoclip.

Pero bueno, todo esto está narrado en el vídeo. Lo que me fascina es esa mezcla de ideas personales, bizarras, entrañables y llenas de humor; la libertad creativa y el desenfado del conjunto, cuestiones que entroncan perfectamente con aquello que ya me sugería la canción. Así que ahí van, el videoclip y algunas de las cosas que pasaban entonces por la cabeza de los integrantes de Phoenix y por la de Roman Coppola (¡incluido su restaurante favorito de Los Angeles!). Espero que lo disfrutes tanto como yo.

el fuego fatuo

19 enero 2013 at 10:41 am 5 comentarios

UNTITLED #220 – Francisco López


Del álbum Untitled (Baskaru, 2009). Grabado entre 1996 y 2009 en San Jose (Costa Rica), Colonia (Alemania), Montreal (Canadá), Lake Mamori (Brasil), Riga (Latvia), Namtib y Cape Cross (Namibia), y Calakmul (México).

Precisamente ayer hablábamos en Estudios Sputnik de los nuevos medios de difusión musical, del abandono del formato físico y de como el streaming ha invadido la industria de la música. Desde Spotify hasta Youtube pasando por cualquiera de las redes sociales, el streaming es la forma más habitual de escuchar música en la red. Esto nos permite descubrir (si lo deseamos) nuevos estilos y géneros que tal vez, de no existir internet, no conoceríamos. Sin embargo, seamos sinceros: es la peor de las escuchas que podemos realizar, al menos de momento. A menudo nos estamos perdiendo gran parte de la riqueza musical de un artista por culpa de la mala calidad de los vídeos o reproducciones, obligadas a respetar el ancho de banda convencional.

Pero hay ocasiones en las que ningún sistema de reproducción de grabaciones sonoras nos acercará a la verdadera dimensión de un artista. Tan sólo la experiencia del directo nos permitirá darnos cuenta de todos matices que encierra. Esto es así, a mi juicio, en gran parte de la música de vanguardia, especialmente de la electrónica. Los equipos domésticos no son capaces de reproducir unas músicas que experimentan con los límites de la audición humana, tanto en frecuencias como en dinámicas o timbres. Es el caso de Francisco López.

Y sí, nos hemos acostumbrado al rinconcito del ordenador, o al portátil tirados en el sofá, o al reproductor de mp3 cuando voy por la calle. La pereza, la economía, la indecisión, el frío, el calor, … todos encontramos mil excusas para no acercarnos a los artistas en su terreno. Se me pide desde Blogueros de Sevilla, y lo hago gustoso por la implicación que tiene para el mundo musical que me rodea, que os informe sobre la nueva aplicación que el ICAS lanza para plataformas con sistemas operativos iOS y Android, con la agenda cultural de los espacios que gestiona y con las opciones habituales en una red social (favoritos, votos, eventos destacados, suscripción, geolocalización y realidad aumentada, etc). Que entre nuestras excusas no esté, al menos, la desinformación de la que se quejaba Guillermo McGill hace tan sólo unos días.

    

Esta APP se centra en los espacios del ICAS: Teatro Lope de Vega, Teatro Alameda, Espacio Santa Clara, Centro de las Artes de Sevilla, Casino de la Exposición, Antiquarium, Archivo, Hemeroteca y Publicaciones o la Red Municipal de Bibliotecas. Pero no se limita a estos espacios, sino que tenemos más o menos disponible la oferta cultural de la ciudad. Le estoy echando un vistazo y me salen, por ejemplo, La Fundición, La Caja Negra, el Hospital de los Venerables o el Pabellón de la Navegación. Y lo más importante: está disponible gratuitamente en la Apple Store o en la Play Store de Google.

Así que seamos sinceros. En muchas ocasiones no hemos ido ni iremos a tal o cual concierto porque no nos ha dado la gana. Yo el primero, claro. Pero cuando pienso la cantidad de magnificos conciertos que hemos disfrutado tan sólo unos pocos espectadores y, lo que es más grande, GRATIS, me parece mentira. Que es básicamente lo que me pasó en 2005, cuando vi en directo a Francisco López en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, concretamente en la iglesia del Monasterio de la Cartuja, sede del CAAS. Entonces no había APPs que nos informaran de lugar, hora, artista, etc. Supongo que lo vería en el Giraldillo o lo escucharía en mi queridísimo Ars Sonora que por entonces presentaba en Radio Clásica José Iges. Y debo decir que sentir la música del señor López en directo me marcó profundamente.

Este intérprete-compositor está más reconocido internacionalmente que en casa. Sus colaboraciones a lo largo del mundo le han dado un nombrecito, si bien tampoco estamos hablando de una personalidad en el mundo de la música. Creo que en ello influye el género que ha elegido, el paisaje sonoro realizado con materiales grabados y sin tratamiento informático. El arte sonoro en general no tiene una aceptación masiva, ya que requiere más atención de la que estamos dispuestos a prestarle a los sonidos. Termina pareciendo un ruido constante que nos resulta indiferente. Y cuando la experimentación está llevada a los límites de lo audible, como sucede en este caso, puede ser que hasta nos moleste.

¿Cómo logra López centrar a su audiencia? Con las luces apagadas, las sillas giradas en dirección contraria a sus aparatos variados, su presencia oculta por unas telas y repartiendo vendas que nos tapen los ojos. Ver a un tipo manejando un portátil y algún cacharrito debe ser lo más aburrido que he visto en una sala de conciertos, y en la pasada década lo he visto demasiadas veces.

Aquí nos lo cuenta el propio Francisco López:

No tengo ni idea de lo que escuché aquel viernes 27 de Mayo. El espectáculo se llamaba Belle confusion, pero sus piezas suelen recibir el abstracto título de «Untitled #n«, siendo n un número cualquiera. Al final del concierto le compré (a él mismo) un CD que no contenía la música que había interpretado, según sus propias palabras, y me fui a mi casa medio hipnotizado.

No tengo ni idea de lo que escuché, pero podría ser cualquiera de sus Untitled. Lo importante es COMO lo escuché. Al perder las referencias visuales, la audición se intensifica (Curiosidad: Jordi tiene en el estudio un antifaz para taparse los ojos cuando está mezclando y en un mastering). Esto mismo lo podría hacer en casita, con unos buenos auriculares como los que me regaló Grace en mi último cumple. Pero no, porque los potentes altavoces que orientaban el sonido en nuestras espaldas, la reverberación de la propia iglesia y la experiencia del sonido en un momento concreto hacía que aquella hora de denso ruidismo tuviese sentido. Recuerdo con especial intensidad un momento hacia el final en que el volumen crecía hasta el límite de los soportable y el amontonamiento de objetos sonoros devenía infinito. En esos instantes pude sentir físicamente el sonido. La fuerza de las ondas golpeaba mi espalda y me atravesaba en profano éxtasis.

El directo es lo que tiene, nos deja el recuerdo de lo que vivimos y ya nunca volverá a ser. No olvidemos que la música es un arte fugaz, como la vida misma.

Os dejo con su Untitled #220, tal vez el que más apropiado me ha parecido para una escucha en streaming. Este paisaje sonoro comienza con una polifonía de reconocibles sonidos mundanos para introducirse directamente en el sueño, un camino infinito que nos lleva a los oscuros paisajes de Francisco López.

4 noviembre 2012 at 12:39 pm 2 comentarios

PRAETER RERUM SERIEM – Josquin Desprez


Motete a seis voces. Publicado por primera vez en 1519.

A comienzos de la pasada década nos reunimos un grupo de amigos y músicos interesados por la música antigua y por la contemporánea a partes iguales. Queríamos adentrarnos en el mundo de la música vocal actual, pero también dotar al grupo de una base sólida de técnica y afinación. Así, decidimos interpretar este exigente motete a seis, con objeto de trabajar una música cuya antigüedad de cinco siglos y complejidad tardomedieval nos ponía en disposición para afrontar piezas contemporáneas con importantes disonancias y texturas más complejas si cabe.

Hoy en día comprendo que la decisión fue acertada. De ese núcleo nació proyectoeLe, que sigue interpretando (ya sin mi colaboración) piezas notablemente complejas a un nivel técnico y estético fantásticos. Praeter rerum seriem (Más allá del orden de las cosas) nos proporcionaba el estímulo emotivo suficiente para trabajar en algo que, entonces, nos resultaba bastante complicado, teniendo en cuenta que apenas eramos una decena de cantantes y, en un principio, sin director.

La secuencia medieval del siglo XIII cuyo texto trata el misterio de la Encarnación sirve a Desprez de cantus firmus, técnica habitual en el Renacimiento. He descrito la pieza como tardomedieval. ¿En qué estética situamos el motete flamenco? La figura de Josquin Desprez es pieza clave en el desarrollo de la polifonía del Renacimiento, sirviendo de modelo hasta el siglo XVII, cuando el Barroco abandona las técnicas anteriores. Sin embargo, el estilo flamenco que Josquin representa, y especialmente este motete, me recuerda inevitablemente las arquitecturas góticas de los siglos XIV y XV. La luz que desprenden los acordes finales de la obra es comparable a la que entra por los ventanales o el rosetón de una catedral coetánea al autor. Y hay quien opina algo parecido.

Como explica Timothy Dickey, el canto se va moviendo entre las voces tenor y superius (la más aguda) en una relación canónica. Se contraponen dos grupos de texturas: las tres voces inferiores del comienzo con el cantus firmus en el tenor, que dan un ambiente profundo a la apertura del motete; contra las tres superiores, con el cantus en el superius, en una relación antifonal. Y a estas texturas se oponen los momentos de plenitud a seis voces.

Las dos primeras estrofas de la secuencia constituyen la primera sección del motete, con el cantus firmus de la segunda estrofa (de «nec vir Tangit») al doble de la velocidad, un vestigio de la tradición del motete isorrítmico. En la segunda parte del motete el ritmo se acelera (al doble en un principio y, más adelante, en compás ternario, símbolo clásico de la Trinidad) y los límites texturales entre las voces se difuminan. Justo antes de la estrofa final del texto, en la frase «omnia tam suave», se produce una hemiolia final (otro clásico del Renacimiento) y la pieza entera parece volver a su sentido rítmico original.

Ya he destacado ese momento final lleno de luz y de misticismo. No quiero olvidar la magnífica forma que tiene Desprez de dar comienzo a su obra. Desde las profundidades surgen dos melodías en forma imitativa, con el pedal sostenido del cantus firmus en el tenor. Como ya se ha comentado, las melodías siguen ascendiendo en forma de canon en las tres voces superiores. Parece que en este motete está origen de todas las cosas.

Para este motete simboliza el big bang, el nacimiento de todo (que apropiado para una pieza que trata la encarnación de Jesús). Estoy totalmente de acuerdo con su afirmación de que en esta obra encontramos un perfecto equilibrio entre lo bueno y lo bello, que nos acerca a lo inmanente y lo trascendente de las cosas.

La versión que vas a escuchar a continuación me encanta. Se tratan de los Gabrieli Consort, acompañados en esta ocasión por unas imágenes del espacio y, curiosamente, del texto traducido al… ¡ruso!


Præter rerum seriem
parit deum hominem
virgo mater.
Nec vir tangit virginem
nec prolis originem
novit pater.
Virtus sancti spiritus
opus illud cœlitus
operatur.
Initus et exitus
partus tui penitus
quis scrutatur?
Dei providentia
quæ disponit omnia
tam suave.
Tua puerperia
transfer in mysteria.
Mater ave.

25 octubre 2012 at 8:28 pm 4 comentarios

MOVING – Macaco


Del LP Puerto Presente (Mundo Zurdo – EMI, 2009)

Hace unos días recibimos en el correo un mensaje publicitario en el que se nos instaba a hacer nuestro blog «ecológico». La idea es sencilla: apadrinando un árbol se supone que las emisiones de CO2 que genera este blog quedarán neutralizadas por 5 años. De hecho, ni siquiera hay que poner dinero. Es una iniciativa de proTierra y parece ser que entronca con otras similares en Europa con las cuales se «salvaran» árboles.

Hemos decidido aceptar la iniciativa. Parece que ahora es necesario apadrinar árboles o nos los cargaremos para construir bancos (de los de madera) o construir bancos (de los que hay que rescatar por financiaciones irregulares y barbaridades varias). Sorprendente.

Ofertas CO2 neutral

Disculpad el sarcasmo que me inunda, me dejo llevar por la posmodernidad. En cualquier caso, la propuesta ecologista se aloja en una empresa que, paradójicamente, nos ofrece un listado de tiendas que producen altísimas dosis de CO2 fabricando en la conchinchina por una miseria y flotando aviones con productos que venden a precios notables. Sí, soy de los que mira las etiquetas de «made in» y procura que la producción sea lo más cercana posible para evitar largos desplazamientos y reducir efecto invernadero. Es decir, trato de comprar lo mínimo en las tiendas del grupo Inditex, por poner un ejemplo.

¿Me parece esta campaña «proarbolado» positiva? Sí, pero lo sería mucho más si la página que aloja dicha campaña incluyese comercios locales en los que comprar productos locales. Así sí que reduciríamos notablemente la huella ecológica.

Tras la perorata ecologista que precede iré al grano: la música. Música que trate el tema medioambiental… no, no hay mucho de calidad en este asunto. Pero dándole vueltas mis oídos recalaron en este «Moving» de Macaco. Una canción que funciona de maravilla a todos los niveles y que, de alguna forma, entronca a la perfección con esta propuesta de proTierra. Porque es una música que trata el tema de la tierra, que busca la concienciación, pero que permanece en la superficie, que no se moja a todos los niveles en el asunto modificando las conductas propias.

Aún así, para mi es un temazo muy bien construido. La percusión que lo introduce es perfecta, alejada de la convencional batería y a la vez tan cercana a ella, realizada con un tambor (o bombo) que suena a popular y a latidos y unas palmadas que nos sitúan en una colectividad. La tierra y sus habitantes que laten en comunidad. Y que, por cierto, los aleja de su habitual reggae para meterse de lleno en el pop. El acompañamiento de guitarras y voces por aquí y por allá nos sitúa en el entorno de la fusión española, ese género ambiguo que, sin renunciar a voces aflamencadas o copleras ni a recursos directamente tomados del flamenco, se mueve también dentro del ámbito del pop convencional (Chambao o Muchachito Bombo Inferno, verbi gratia). En este caso, dado que la voz principal de macaco no tiene ese carácter, hacen uso de una voz sampleada para darnos sensaciones «españolas», la guitarra y el ritmo de palmas, que bien podría ser de una rumba.

Otro acierto, a mi juicio, es la letra. De nuevo fusión, en este caso de english-español-scat. No soy amigo de los grupos españoles que cantan en inglés. Creo que, salvo excepciones, lo normal es que no logren desarrollar un buen texto en un idioma que no es el suyo. Sin embargo, es innegable que el inglés se va convirtiendo en el latín del siglo XXI, y que la presión mediática que lleva años inundando nuestros televisores, radios y ordenadores hace mella. Por eso me parece idóneo ese refrito de spanglish en el que nos podemos sentir igual de cómodos usando el inglés que nuestra lengua natal.

Desde una perspectiva global, en «Moving» tenemos una canción pegadiza, llena de un ritmo positivo que hace que se te muevan los pies y con un interesante texto que nos pide que seamos conscientes del planeta en que vivimos, del deterioro que está sufriendo por nuestra culpa y nos insta a que nos «movamos» en su favor. Todo ello en un contexto de videoclip lleno de famoseo, con lo que el alcance del mensaje se multiplicará por mucho. ¿Qué objetivo persigue una campaña como esta? Me temo que sólo una: la obtención de beneficios. Al final la concienciación es mínima, y seguimos haciendo lo mismo que antes pero intercalando de vez en cuando un mensajito en FB de «Hay que ver cómo está la cosa» entre el de «Me he partido el naka con este vídeo» y «Finalaza la de ayer en el estadio del Milan».

Una canción como esta, con un alcance mediático tan global e intenso, podría haber sido perfecto para iniciar una fuerte campaña que redundase en el consumo responsable de los recursos naturales por parte de todos nosotros. Desde el ahorro energético hasta el reciclaje pasando por el consumo de productos locales y reutilizables o la prevención de incendios, ya que empezamos hablando de árboles.

Esto es como la reforma laboral de la crisis. Pedir a los de abajo que hagan grandes esfuerzos mientras los de arriba no reducen sus márgenes de beneficio (según afirma el Gobernador del Banco de España). Pedir al ciudadano de a pie que cuide el planeta mientras muchas grandes empresas lo descuidan. Pero lo cierto es que esas grandes empresas producen para ese ciudadano de a pie, y si las campañas publicitarias nos inducen a realizar un consumo responsable de esos productos (energía, transporte, turismo, residuos, ropa… lo que sea) las multinacionales tienen la necesidad de, cuanto menos, maquillar su producción, de poner la etiqueta de «somos responsables con el planeta».

¿Una utopía? No sé, de nosotros, como ciudadanos de a pie, depende. De momento vamos a ponernos nosotros la etiqueta de ecológicos y a pensar que es posible ir cambiando tendencias y moderando consumos «anti-planetarios». Empecemos a movernos en la misma dirección que la tierra.

[Un síntoma de mi comentario lo encuentro en el hecho de no poder ver el videoclip de esta canción desde Youtube porque está bloqueado. Y eso que Youtube ya no suele bloquear vídeos, sino que añade publicidad. ¿Qué ingresos creen en EMI o en Mundo Zurdo, o lo que sería peor, los propios Macaco, que van a dejar de ganar?]

Moving – Macaco

Aprovecho la oportunidad para presentaros mi «canción ecológica». Se trata de Algo de La Catedral Sumergida. Un pop muy alternativo sobre todo por lo modesto que es (y tiene que ser) nuestra producción y promoción. Es decir, en este caso hablamos sobre todo de la alternativa a la producción tradicional. La difusión que tiene nuestra música se produce principalmente online (Spotify, myspace, bandcamp), se puede descargar (pagando lo que nosotros consideramos una reducida cantidad) y hemos fabricado un número muyyyyy reducido de copias en formato físico muy sencillote, mono pero sin mil extras que nadie necesita. Si hacen falta más, se harán más, pero si no… ¿para qué generar más basura de la cuenta?

10 junio 2012 at 8:02 am 4 comentarios

NO JOY IN MUDVILLE – Death Cab for Cutie


Del álbum We have the facts and we’re voting yes (Barsuk, 2000)

Lo primero que me sorprendió de esta canción de Death Cab for Cutie fue su pausado arranque, ese tempo casi inmóvil por el que desfilan en homorritmia (es decir, al unísono) bajo, guitarra, glockenspiel y batería. Esa misma coincidencia temporal vuelve a aparecer en la coda del último minuto, en la que ya solo bajo y guitarras puntean la melodía. Un ritmo marcado que me hace pensar en las manecillas de un reloj y en lo que representan: el tiempo como cambio, como el paso de un estado a otro.

En ‘No joy in mudville’ pasamos de la contención al desgarro de la guitarra distorsionada (a mitad de canción), de la misma forma en que los días nos deparan momentos de mayor o menor intensidad. En ese estallido, DCFC se aproxima al slow-core e incluso a grupos de post-rock como Explosions In The Sky, si bien desde sus orígenes han sido encuadrados en el indie-rock junto a otras bandas coetáneas del Pacífico Oeste norteamericano como los fabulosos Built To Spill y los no menos reputados Modest Mouse.

Porque independiente, desde luego, era el sello Barsuk en el que fue grabado el segundo disco de DCFC, ‘We have the facts and we’re voting yes’. De la misma forma, Chris Walla, miembro del grupo y productor de este álbum, es considerado como uno de los productores más prolíficos del indie-rock en Seattle, donde ha grabado a grupos como Nada Surf, The Postal Service (magnífico proyecto paralelo de Ben Gibbard, cantante de DCFC), The Decemberists o Tegan and Sara, entre otros.

Tal vez La Ciudad de la Lluvia tenga algo que ver con el sonido de este disco, que a ratos es la versión sin rabia del grunge (también llamado Seattle sound), aunque siempre desde un prisma más pop y atento a las melodías. En cualquier caso este álbum del año 2000 suena aún bastante al rock de los 90, supongo que por eso desde un principio me identifiqué bastante con él. Año 2000… ¡de eso hace 12 años! Vaya, últimamente todo se me convierte en tiempo.

Para empezar, el tiempo libre que he ganado tras dejar mi trabajo. Y con tiempo libre no me refiero solo a tiempo de ocio, sino a la parte de mi tiempo que yo gestiono (libremente). Casualidades de la vida, mi madre ha sido pre-jubilada en la última semana, lo que ahora le planteará esa engorrosa cuestión de qué hacer con su tiempo (el libre).

Ya hace unos meses, cuando fue mi padre el que se jubiló, le regalaron un bonito reloj, animándole a aprovechar cada minuto del resto de su –nueva– vida. Poco tiempo antes, justamente mi padre me contaba su fascinación por el Movimiento Slow, que aboga por un ritmo de vida más lento. En general, él siempre ha preferido hacer las cosas a fuego lento, en la creencia de que los resultados son siempre mejores. Y mi padre sabe mucho de cocina.

Predecir lo que estaré haciendo dentro de otros 12 años es difícil y, la verdad, muy poco atractivo (no confundir con mi atractivo dentro de 12 años: eso está fuera de discusión, jeje). Pero sí puedo intuir algo del futuro: que esta canción me seguirá gustando, porque hay cosas ­–buenas– que no cambian. Hazme caso y escucha este comienzo sin prisas. Tómate tu tiempo.

el fuego fatuo

25 May 2012 at 4:17 pm 2 comentarios

LOVE MY WAY – The Psychedelic Furs


Del álbum Forever now (CBS, 1982)

Los Pieles psicodélicas sacaban su álbum recopilatorio All of This and Nothing en el año 88, estando yo en plena adolescencia y receptivo para todo aquello que sonase a pop y rock «diferente». Gracias a este vinilo, que aún conservo, conocí y berreé todos sus éxitos. Y recuerdo especialmente la sensación que tenía cuando escuchaba su música: era una especie de inquietud. Me gustaban sus canciones, son pegadizas y funcionan en general con comodidad. Es un pop con un alto potencial comercial. Sin embargo, la voz cascada y más grave que aguda de Richard Butler, los teclados oscuros de pads ochenteros dando pinceladas por aquí y por allá, el uso del saxofón (instrumento que no apreciaba yo en su justa medida) y esa cierta melancolía que respiraba la new wave, me dejaba sin saber si debía apostar todo por ellos o retirar la puja. Hoy tengo la respuesta, muy lógica y evidente: depende ;)

Dando un repaso a su discografía y sus éxitos, encuentro detalles que refrendan mi opinión. La propia estética de las portadas pasa del estilo Velvet y de pop Warhol que lucen en sus primeros discos, al glamour que respira su 4ª portada, cercana a la estética glam, e incluso a recordarnos a ese Michael Jackson del vídeoclip «Bad» en la 5ª.

También vemos cómo los productores de cada LP son diferentes, y eso se aprecia con claridad en un recopilatorio. Cada canción te lleva a sitios distintos. No puedo decir que suene a eclecticismo, porque es un grupo con un sonido muy peculiar y personal. Pero «Love my way» fue producido por Todd Rundgren, y no es una información gratuita, como luego veremos.

Lo que sí aprecio en la carrera de estos chicos es un cierto anhelo de éxito comercial, una aproximación a un público de masas. Y eso es algo que te obliga estilísticamente hablando a lo largo de tu carrera. ¡Ojo! No lo digo como algo peyorativo, en muchas ocasiones ha generado productos de gran calidad y perdurabilidad en el tiempo.

Este es para mi el caso de «Love my way». Y más aún ahora que parece que el indie tiene que sonar a los 80. Cuando escuchas un tema como este pasados 30 años y piensas que supera a muchas de las propuestas actuales en esa línea, que la muchachada «independiente» de hoy podría considerarlo un éxito, es cuando te das cuenta de la calidad de este trabajo.

Seré en esta ocasión os daré diez razones para escuchar la canción y disfrutarla con más intensidad:

1. La ya citada voz de Richard, sello personal del grupo.

2. El uso del xilófono (gloria bendita). En el videoclip aparece una marimba, más potente visualmente hablando, pero yo apostaría por que es un xilo.

3. La serie de acordes de la estrofa sobre un modo frigio: Do mayor – Si menor.

4. La resolución del estribillo con los acordes Do mayor y Re mayor, que siguen flotando sobre dicha modalidad. Me encantan estas figuras armónicas que no descansan sobre el centro tonal que nuestro oído nos pide (que sería Sol) y que evolucionan con tan sólo tres acordes.

5. ¡El bajo, por favor! Se usa con mucha prudencia. En la estrofa aparece y desaparece, un detalle que no todo el mundo aprecia, pero que siempre se nota. Cuando llega el estribillo, a marcar con fuerza las corcheas, como requiere el momento.

6. Y esto me lleva al estribillo. Que maravilla cuando una canción sabe contenerse para emocionar cuando hay que hacerlo. Fijaos en cómo crece el tema. Esto es algo de lo que a menudo se olvidan las producciones actuales «ochenteras».

7. Guitarra comedida y teclados muy cuidados, con un par de pads y algún detalle en las estrofas… que gusto.

8. No he hablado de la batería, sin grandes aspavientos pero siempre en su sitio. Fijaos al final de la canción como usa el base y los toms, así como en los estribillos. El sonido, claro está, nos sitúa en su época, con esos bombos con mucho agudo y esas cajas tan características.

9. No os perdáis ese momento, sobre el minuto y medio, en que el estribillo es cantado sobre la base armónica de la estrofa. Lo que decía antes, esto es hacer que lo música evolucione con tan sólo tres acordes.

10. Esas letras que no dicen nada pero que tienen sentido. Muy de ingleses de aquel momento, dejando atrás el punk pero recordándolo en detalles. Por otra parte, no deja de ser otro «my way».

Creo que son razones suficientes. Escuchad y opinad al respecto.

Versión en directo, en el programa «La edad de oro» de RTVE, año 84:

2 abril 2012 at 4:19 pm 4 comentarios

À SAINT-GERMAIN-DES-PRÉS – Henri Salvador


Del single ref. 560-181 (Polydor, 1950)

Ayer se celebraba el Día Internacional de la Francofonía, un concepto surgido en 1970 gracias al interés de las antiguas colonias de Túnez, Senegal y Níger. Estos tres países en los que se habla francés, veían en el idioma una herramienta perfecta para integrarse en la comunidad internacional y lograr que esta fuese solidaria con su situación. En la actualidad, la Organización Internacional de la Francofonía, que agrupa a 55 estados, mantiene viva esa iniciativa y tiene entre sus objetivos no solo la promoción de la lengua francesa sino también de la diversidad cultural. Mientras tanto, en plena carrera electoral, el actual presidente francés Nicolas Sarkozy busca el voto de la derecha más radical arremetiendo contra la población inmigrante. ¿Qué noción tendrá ese electorado ultraconservador de lo francés?

Desde hace ya unos cuantos años me considero a mí mismo bastante francófilo. El descubrimiento de la Nouvelle Vague y del moderno cine de autor (Garrel, Assayas, Carax, Desplechin,…) me hicieron enamorarme de la cultura francesa, que a mi parecer nunca ha tenido los complejos de la española (perdón por generalizar). Así que, durante la carrera, decidí añadir el francés al inglés como asignatura de libre configuración. Durante los dos años que cursé, nuestra profesora Alicia Gascón no solo buscó enseñarnos el idioma, sino también que nos enamorásemos de él y de la cultura francesa. Conmigo lo consiguió sin duda, sobre todo desde aquel día en que nos puso en clase una canción de Henri Salvador.

La canción era ‘J’ai vu’, y pertenecía al álbum ‘Chambre avec vue’ (2000), que por aquel entonces acababa de publicarse. Era un tema lento, orquestado y muy emotivo; parecía casi el resumen de una vida. Tanto me gustó que me descargué el disco en casa (era la época de Napster) y no solo eso, sino que encontré un par de canciones más de Salvador y también decidí bajarlas por ver cómo sonaban. Una de ellas era la que hoy quiero compartir, ‘À Saint-Germain-des-Prés’, y había sido registrada nada menos que medio siglo antes en la cara B de un single de 78 r.p.m. (aunque más tarde ha aparecido en diversos recopilatorios).

En ese año de 1950, Henri Gabriel Salvador tenía 33 años. Había nacido en la Guayana francesa; su padre, de ascendencia española, y su madre, hija de un indio caribeño, eran ambos nativos de la isla de Guadalupe. Así pues, Salvador tenía el mestizaje en la sangre. No es de extrañar, entonces, lo heterogéneo de su trayectoria.

Tras llegar a Francia a comienzos de los años 20, en la década de los 30 comenzó a actuar en los cabarets parisinos; tenía 18 años cuando Django Reinhardt lo contrató como guitarrista acompañante de jazz. Ya en los 40, se unió a la big band de Ray Ventura en una gira por Sudamérica. En la década siguiente se hizo popular cantando rock and roll en francés, con textos de Boris Vian. De 1957 es su canción ‘Dans mon île’, considerada una contribución decisiva al origen de la bossa nova; no en vano, Salvador sería premiado en 2005 con la Orden Brasileña del Mérito Cultural, que recibió del por entonces ministro de Cultura Gilberto Gil, por su influencia en ese popular estilo.

El carácter multicultural de la obra de este músico queda, pues, de sobra demostrado. Y no obstante, la canción que nos ocupa, compuesta en origen por Leo Ferré y grabada por Salvador en 1950, está dedicada a todo un símbolo nacional de Francia: el barrio parisino de Saint-Germain-des-Prés. Esta zona se hizo popular tras la II Guerra Mundial, cuando se convirtió en el centro de la vida cultural e intelectual de París. Por allí pasaban escritores, actores, filósofos y músicos, en un ambiente en el que se mezclarían el existencialismo, el jazz y, más tarde, el espíritu de la Nouvelle Vague. Personalidades tan dispares e influyentes como Sartre, Beauvoir, Camus, Hemingway, Picasso, Giacometti, Godard o Truffaut, eran clientes habituales en las terrazas de Les Deux Magots y el Café de Flore.

En lo musical, la versión que hace Henri Salvador de ‘À Saint-Germain-des-Prés’ resulta mucho más natural, menos grave y enfática, que la interpretación de Leo Ferré. El francoguayanés se apoya fundamentalmente en su primorosa voz, mientras que su guitarra se adapta a lo que marca el texto y la melodía vocal, de ahí que el diálogo entre ambos elementos fluya con tanta franqueza. En este sentido, ya desde la primera sucesión de evocadores acordes que hace las veces de intro se deja notar la formación de Salvador como guitarrista jazz.

Construida con tres repeticiones de estrofa/estribillo, la canción alcanza su clímax en los últimos versos, cuando el rasgueo de las cuerdas añade un plus de intensidad (“Pourquoi ces grands fauchés / Font du tapage”) antes de un silencio rematado con un sorprendente giro melódico en el último verso (“À Saint-Germain-des-Prés”).

Sin más, veamos un vídeo de la canción elaborado con fotografías de Robert Doisneau, autor de ‘El beso’ (también de 1950, por cierto) y tal vez uno de los artistas que más ha influido en la imagen de París y, por ende, de Francia. Yo aún no la conozco, París, pero gracias a extranjeros como Henri Salvador ya sé cómo amarla.

Como complemento, propongo esta interpretación en directo de uno de sus temas más famosos, ‘Syracuse’ (1963), donde también podemos comprobar la emoción que desprendía Henri Salvador solo con su voz y su guitarra.

el fuego fatuo

21 marzo 2012 at 10:36 am Deja un comentario

LOA A LA ETERNIDAD DE JESÚS – Olivier Messiaen


Quinto movimiento del Cuarteto para el fin de los tiempos (1941).

Yo llegué a Messiaen a través de su música de los 60. Concretamente creo recordar que fue con Chronochromie, pieza para orquesta llena de ritmo y colorido instrumental que me grabé en cinta de casete de RNE 2. Imagino que sería del programa de José Iges sobre música contemporánea, que se emitía a altas horas de la mañana y cuyo nombre no recuerdo en este instante. Y es lógico, ya que estudiaba percusión y, si alguna vez fui friki, fue de la música contemporánea. Aunque por fortuna no alcancé niveles preocupantes de frikismo, más bien se trataba de un interés desmesurado y sin prejuicios ni filtros por toda aquella música que llevase la etiqueta de «contemporánea».

Total, que cuando indagué en la música de Messiaen y descubrí su Cuarteto para el fin de los tiempos ya me había comprado tres o cuatro CDs con la Sinfonía Turangalila, Los colores de la ciudad celeste, su fabuloso Et exspecto resurrectionem mortuorum y otras piezas de esa etapa, que además son para orquesta. Y el famoso cuarteto tuvo por mi parte una tibia acogida. Lo que sucede es que soy un romántico que pretendía ponerse la coraza de formalista, y al final siempre termino cayendo en el encanto de un claro Mi mayor y de una pieza tan emotiva como la que os traigo hoy aquí.

Es imprescindible contar un poco de su historia. Francia se encontraba en plena II Guerra Mundial cuando Messiaen cumplía los 31. En Junio de 1940 fue capturado y recluido junto a muchos de sus compatriotas a un campo de concentración. Entre ellos se encontraban el clarinetista Henri Akoka, el violinista Jean le Boulaire y el chelista Étienne Pasquier. Messiaen obtuvo papel y lápiz gracias a la simpatía de uno de los guardias y escribió un trío para ellos. Este trío se transformaría en cuarteto al incluir un piano que sería interpretado por el propio compositor.

El cuarteto se estrenó en Stalag VIII-A en Görlitz (entonces Alemania, actualmente Polonia) el 15 de enero de 1941, con unos instrumentos viejos y rotos y ante una audiencia formada por unos cuatrocientos prisioneros de guerra y algunos guardianes del campo. Messiaen diría más tarde: «Nunca fui escuchado con tal atención y comprensión.»

Sabido esto, podéis comprender que estamos ante una obra que supera la formalidad de las vanguardias europeas entre las que se curtió el autor. El posrromanticismo era necesario, pero Messiaen, un hombre profundamente creyente, tenía la necesidad de imprimir un simbolismo y una emoción que rompen con las tendencias dodecafónicas, neoclásicas o constructivistas de su época. Dicha necesidad queda patente en este quinto movimiento, la Loa a la eternidad de Jesús, escrito en un tempo «infinitamente lento» (he encontrado versiones cuya duración difiere en ¡cuatro minutos!) y sólo para un vibrante cello y un piano acompañante (en claro contraste con el contrapunto del dodecafonismo, y más tarde del serialismo o incluso de la aleatoriedad). Para mí, la grandeza de Messiaen reside en la posibilidad de aplicar novedades técnicas enormes, como sus nuevos modos melódicos y rítmicos, sin necesidad de olvidar que la música comunica en el nivel emocional, y que no se queda en frías propuestas técnicas experimentales.

El color, otra de las constantes del compositor francés, algo que lo conecta, de hecho, directamente con otros músicos franceses anteriores o coetáneos, desde Berlioz hasta Ravel, alcanza también altas cimas en un músico que, para colmo, era sinestésico. Sus descripciones de la música que componía son de una belleza extraordinaria: tonos malva con reflejos dorados y un matiz verdoso, azules intensos contra rojo… En esta ocasión, teniendo en cuenta que ha dejado el cuarteto en dúo, la cuestión tímbrica debe mucho a los acordes del piano contra la melodía de cello. El juego de acordes modales que resuelven en acordes perfectos hace que la luz y las tonalidades vayan evolucionando casi sin darnos cuenta.

Mucho más tarde escuché en la radio una pieza anterior del autor llamada «Oraison» para 6 ondas martenot. Son los comienzos de la electrónica (¡1937!). En realidad es parte de una obra mayor llamada Fêtes des belles eaux. Y cuál fue mi sorpresa cuando empieza a sonar la melodía de esta Loa a la eternidad de Jesús. Messiaen había utilizado dicha pieza, no publicada, para su cuarteto.

Disfrutemos ya de la obra. La interpretación corre a cargo de Manuel Fischer-Dieskau (hijo del famoso barítono) al chelo e Yvonne Loriod (segunda esposa de Messiaen) al piano. Dejad que el tiempo desaparezca durante, al menos, los ocho minutos y medio de esta grabación.

La obra para ondas martenot de la que os hablé en la interpretación del Ensemble D’Ondes De Montréal. Otra delicia.

8 marzo 2012 at 7:50 pm Deja un comentario

(DON’T WORRY) IF THERE’S A HELL BELOW, WE’RE ALL GOING TO GO – Curtis Mayfield


Del álbum Curtis (Curtom Records, 1970)

Hace unas semanas tuve conocimiento de un curioso proyecto –más que un grupo– llamado Fundación Robo. Se trata de un colectivo abierto que pretende implicar a músicos e intérpretes diversos (entre los más conocidos: Nacho Vegas,  Albert Pla, Fernando Alfaro y gente de Tachenko o Grupo de Expertos Solynieve). Según ellos mismos se definen: “Espoleados por la reciente agitación política, la plataforma Robo intenta crear un espacio para escribir otro tipo de letras, esas que consisten en abrir la ventana y echar un vistazo a lo que ocurre fuera”. Es decir, una especie de retorno a la canción de denuncia y protesta, surgido al calor de nuevos movimientos sociales como el 15-M.

Parece, pues, que de nuevo se hace necesario que los artistas se comprometan con su tiempo y que colaboren en esa complicada tarea de hacer despertar nuestras conciencias. Ahora que todo parece estar conquistado en materia social, el arte nos muestra que siguen existiendo diferencias de clase y desequilibrios. Y aunque los conflictos raciales tal vez no sean tantos como en el pasado siglo (y tengamos a Obama como “jefe de todo esto”), ahí siguen: grandes obras televisivas –y artísticas, sin duda– como ‘Treme’ o ‘The Wire’ así lo están denunciando.

¿Dónde arranca la lucha contra la discriminación racial? Seguramente tuvo su importancia el gesto de Rosa Parks, en 1955, al negarse a ceder el asiento a un hombre blanco en un autobús del sur de los Estados Unidos, lo que motivó que se pusiera fin a la segregación en el transporte público. La actividad del Movimiento por los Derechos Civiles en Norteamérica continuó durante la convulsa década de 1960, en la que serían asesinados Malcolm X y Martin Luther King.

En los primeros años 70, por tanto, la vida de la población afroamericana no debía de ser nada fácil. De ahí el valor que adquiere en nuestros días ‘Curtis’ (1970), primer disco en solitario del compositor, cantante y multi-instrumentista Curtis Mayfield, lanzado como un tremendo alegato contra la discriminación racial. El single ‘(Don’t worry) If there’s a Hell below, we’re all going to go’, primer corte del álbum, muestra ya la valentía de este trabajo, que suponía una contundente advertencia sobre la tensión que estaban alcanzando en aquel país las relaciones entre gente de distintas razas.

La canción se abre con una intro en la que una voz femenina recomienda la lectura del ‘Libro de las Revelaciones’ de la Biblia (también conocido como ‘Apocalipsis’), como única forma de “cambiar de rumbo y enderezarlo”. A continuación, emerge la voz del propio Curtis como amplificada por un altavoz con eco, lanzando apelativos despectivos a los diferentes grupos étnicos («Sisters! Niggers! Whities! Jews! Crackers!») y el mensaje que da título al tema (“No os preocupéis, si existe un infierno ahí abajo, ¡vamos a ir todos!”), seguido de una especie de grito de guerra que anuncia el comienzo de la canción propiamente dicha. El comienzo del combate contra los prejuicios y de la crítica al sistema que los alimenta.

La denuncia que expresa la letra no deja que nadie salga indemne en su responsabilidad con la sociedad, desde los propios grupos étnicos, sus representantes y las fuerzas del Estado (“Sisters, Brothers and the Whities / Blacks and the Crackers / Police and their backers / They’re all political liars”), pasando por el sistema judicial (“Hurry, people running from their worries / While the judge and his juries / Dictate the law that’s partly flawed”) hasta llegar al propio presidente Nixon (“And Nixon talking about ‘Don’t worry’”), quien por cierto estaba a punto de verse salpicado por el caso Watergate.

Anterior a dos grandes obras como el ‘What’s going on’ (1971) de Marvin Gaye y el ‘Innervisions’ (1973) de Stevie Wonder, ‘Curtis’ anticipaba una profunda reflexión sobre el clima social de injusticia, sufrimiento y odio en el que parecían sumidos los Estados Unidos. En las letras de canciones como ‘The other side of town’, ‘We the people who are darker tan blue’ o ‘Miss Black America’, hay quien incluso ha visto un modelo para la vertiente social del rap (aunque tal vez tuviera más influencia la canción-poema de Gil Scott-Heron ‘The revolution will not be televised’, publicada justo un año después). Sí parece clara la “huella” –nunca mejor dicho– que el anterior grupo de Mayfield, The Impressions, dejó en Bob Marley & The Wailers, quienes llegaron a versionar algunas de sus canciones y hasta copiaron su look, adoptando el discurso combativo y crítico en sus canciones de los años 70.

De hecho, para acabar de entender lo que supuso ‘Curtis’ en la carrera de Mayfield, conviene que conozcamos su etapa anterior, en la década de los 60, cuando aún formaba parte de The Impressions. Este grupo de doo-wop, soul y R&B se codeó en aquellos años con formaciones míticas de la Motown como The Temptations, The Miracles y The Four Tops, aunque su sonido no era tan pop sino más cercano a la tradición musical sureña, representada por sellos como Stax o Atlantic. Tal vez el motivo resida en que Mayfield conoció a uno de los integrantes posteriores de The Impressions en el coro de la Iglesia de Chicago, y más tarde militó junto a él en varios grupos de gospel locales. Ya con The Impressions, Curtis se consolidó como compositor y alcanzó gran éxito en las listas gracias a un buen puñado de singles.

Poco a poco iría introduciendo temas sociales en sus textos, hasta el punto de que canciones como ‘Keep on pushing’ (1964), ‘People get ready’ (1965) o ‘We’re a winner’ (1968) sirvieron de inspiración al Movimiento de los Derechos Civiles y fueron enarbolados como auténticos himnos por Martin Luther King y el Black Power. Mayfield lograba así colocar la defensa de los derechos de la población afroamericana como tema de algunas de las canciones más populares de la década. Y aun así, sentía que no era del todo fiel a sus ideas: necesitaba expandir su talento y su discurso, necesitaba independizarse. Por eso decidió crear, junto con su manager Eddie Thomas, un nuevo sello (Curtom Records) que acogería sus propios proyectos a partir de entonces y bajo el que lanzaría su debut en solitario.

Esto explica que, pese a tener por entonces sólo 28 años, ‘Curtis’ muestre tal madurez y riqueza, no sólo en los textos sino también en lo musical. En este sentido, ‘(Don’t worry)…’ es el perfecto ejemplo de la evolución de Mayfield como compositor: su rabia y su urgencia creativa confluyen en una canción funk con toques psicodélicos, que se alarga hasta casi los 8 minutos. Destaca la exuberante instrumentación, desde el bajo distorsionado que la abre hasta las omnipresentes congas, pasando por la guitarra ‘wah-wah’ o las secciones de vientos y cuerdas. Precisamente los arreglos de estas últimas, junto con el protagonismo de las percusiones, llevan esta canción a un estilo cercano al ‘sonido Filadelfia’ que Isaac Hayes originaría un año después en ‘Shaft’, considerado como precursor de la música disco.

En efecto, pese a su carga de denuncia, en esencia no deja de resultar música “de baile”, con elementos que se van superponiendo de forma aditiva y creando una suerte de trance, al que también contribuye la prolongada duración del corte. Recuerda bastante, en ese sentido, al single tal vez más popular de este álbum, ‘Move on up’, del que se diría que este ‘(Don’t worry)…’ constituye su “reverso tenebroso”. En ambos la estructura se basa en la música negra tradicional, puesto que no hay alternancia de estrofas y estribillo, sino una base continua en la que partes vocales e instrumentales se van sucediendo como en un diálogo.

Sin más, os dejo con el bajo distorsionado y ese ambiente apocalíptico que también estos días parece adueñarse de nuestras calles, aquí en la Europa del euro, el déficit y los rescates bancarios. ¿Quién nos advierte del riesgo que corremos al olvidarnos de las personas? Hacen falta muchos Curtis que comiencen a predicar el evangelio del despertar social.

el fuego fatuo

2 marzo 2012 at 10:10 am 4 comentarios

RIVER MAN – Nick Drake


Del álbum Five Leaves Left (Island Records, 1969)

Descubrí a Nick Drake gracias a un CD que pedí prestado a mi primo Jordi (uno de mis principales “dealers” de referencias musicales antes de la llegada de Internet), que a su vez lo había encontrado de entre los discos que se amontonaban en Dandelion. Para quienes no la conozcan, Dandelion era aquella tienda en la plaza de San Marcos donde Andy Jarman y Mapi Guedes vendían ropa traída de Londres e impulsaban el Colectivo Karma, allá por la Sevilla de los 90. Por entonces, Jordi tocaba la batería con Strange Fruit (el grupo de Andy) y en ocasiones ayudaba en la tienda currando algunas horas. Yo me dejaba caer por allí, de tanto en tanto, para acompañar a mi primo y de paso ponerme al día de las novedades discográficas.

Volviendo sobre aquel CD, “Five Leaves Left” (título que hace referencia al mensaje de aviso al final de los libritos de papel de fumar – quedan cinco hojas –), era el debut discográfico de Drake. Recuerdo que tras unas primeras escuchas en seguida despertó mi atención el segundo corte del álbum, River Man. Pero antes de analizar qué tenía esa música, una brevísima introducción sobre la figura de Drake con unos pocos aportes biográficos. Nació en 1948 en Birmania, donde residía su familia por motivos laborales, aunque pronto regresarían al condado de Far Leys en Inglaterra. Desde temprana edad, animado por su madre Molly, aprendió a tocar el piano y comenzó a componer sus propias canciones (las cuales grababa en cintas magnéticas). Durante sus años de escolar, mientras paulatinamente perdía interés en sus estudios, tocaba también el clarinete y el saxofón. En 1965 compró su primera guitarra acústica (pagó 13 libras por ella). Tres años más tarde, en 1968, dejó de ir a sus clases de Literatura Inglesa en la universidad para viajar a Londres a grabar su maravilloso primer álbum. Tenía veinte años y tan solo se guiaba por su propia intuición musical.

El título de River Man hace mención al barquero que aparece en la novela “Siddhartha” de Herman Hesse, aunque se trate de un texto enigmático y abierto a múltiples interpretaciones. ¿Quién era Betty? ¿Cuál  era el “plan para el tiempo de las Lilas”? Son algunos interrogantes los cuales, aún hoy en día, los fans de Drake intentan dar significado. En cualquier caso, lo más interesante bajo mi punto de vista no está en los versos, sino en la música del compositor inglés.

La canción comienza con el sonido sincopado de una guitarra acústica. Un arpegio sobre un compás de 5/4 que siguiendo una secuencia de acordes menores parece resolver en uno mayor, pero que finalmente vuelve al ciclo de acordes menores. Esta cadencia en suspense de acordes junto al ritmo de amalgama de la pieza trasmite una leve sensación de inestabilidad, indeterminación o «insatisfacción», hermosamente desconcertante. Tras unos instantes, una dulce melodía de aires folk cantada frágilmente por Drake aparece como motivo principal. Pero lo mejor de River Man llega con la sección de cuerdas, que con un sonido suave y estático se une progresivamente a la canción dotándola  de una carga de intensidad y de riqueza armónica que va “in crescendo”, hasta que finalmente en su clímax te sobrecoge. Precisamente a causa de este arreglo,  la grabación tuvo que sortear algunos enfrentamientos entre Drake y la compañía discográfica (una pequeña filial de Island Records). El productor del disco, Joe Boyd, tenía la idea de incorporar una sección de cuerdas similar a la empleada por Leonard Cohen en su primer álbum, pero el trabajo realizado por el arreglista de la compañía no gustó a Drake. Él buscaba para esta pieza un arreglo que recordara a la obra de compositores impresionistas como Frederick Delius o Maurice Ravel, así que finalmente reclutó a su amigo Robert Kirby (un joven estudiante de música en Cambridge), que contó con la ayuda del veterano compositor Harry Robinson para terminar de escribir la partitura.

Otro dato curioso sobre River Man es que se trata de una de las pocas canciones compuestas por Drake para ser tocada con afinación estándar. Experimentaba en la mayoría de sus temas con diferentes técnicas de afinación, lo cual enriquecía la sonoridad de su repertorio, pero conseguía irritar al escaso público que acudía a sus directos (debido a las continuas pausas para cambiar la afinación de los instrumentos). Estas malas experiencias en conciertos, en combinación con su carácter introvertido, le llevaron a renunciar a tocar en vivo durante gran parte de su carrera.

Os dejo aquí este enlace, con un video-montaje de la canción colgado en Youtube por cortesía de Island Records. Y este otro con algunas fotos del joven músico.

En 1974, Drake falleció en casa de sus padres por una sobredosis de fármacos, los cuales tomaba durante ese periodo para luchar contra la depresión y el insomnio.  No recibió reconocimiento en vida por su obra y editó otros dos hermosos álbumes, “Bryter Layter” (1970) y “Pink Moon” (1972), dejando un legado musical que ha influenciado a multitud de artistas desde entonces.  Estos versos de “Fruit Tree” (otra canción de “Five Leaves Left”) describen los pensamientos que tenía el músico inglés sobre la indiferencia con la que el público apreciaba su talento, y también parecen presagiar su fatal destino.

Fame is but a fruit tree, so very unsound.
It can never flourish, till its stalk is in the ground.
So men of fame, can never find a way
Till time has flown, far from their dying day.

Mash

2 marzo 2012 at 8:14 am 5 comentarios

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