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domingo, 18 de diciembre de 2016

LAS CHICAS SON GUERRERAS EN LA FOTOGRAFÍA DE

 PRENSA

El interés por fotografiar los conflictos bélicos ya había llamado la atención de los fotógrafos, mucho tiempo antes de la II Guerra Mundial. La primera guerra de la que existe constancia fotográfica fue la de Crimea en 1853, donde se utilizaron daguerrotipos que se pasaban a grabados, como si de un cuadro se tratara. Cubrir una guerra como la de Secesión estadounidense, la I Guerra Mundial, la guerra de Marruecos, etc.... suponía cargar con un equipo fotográfico muy pesado y en unas condiciones de luz extremas. El uso del flash de polvo de magnesio no se generalizó hasta 1880 y no podía ser utilizado en el campo de batalla porque su destello podía ser detectado por el enemigo. En consecuencia, las primeras imágenes de guerra fueron simulaciones de combates o sus consecuencias.

La Guerra Civil española (1936-1939) atrajo a muchos periodistas y fotógrafos. Esta fue la primera profusamente registrada en los periódicos y en la radio, los principales medios de comunicación de la época. La cobertura de esta guerra no tenía precedentes. Ya en julio de 1936, el tamaño de las cámaras fotográficas había sido reducido a la mínima expresión. Leica llevaba varios años en el mercado y Zeiss acababa de sacar su famosa Contax II. Aquellos equipos fotográficos tan livianos permitieron aproximarse al lugar de la noticia como nunca antes se había hecho. Por otra parte, los editores se dieron cuenta del impacto que esas fotografías producían en la opinión de los lectores ...y también del aumento que provocaba en sus ventas, por lo que fue la primera guerra con una gran cobertura gráfica.

No se conoce ninguna reportera española que cubriera esta guerra, aunque fueron varias las que vinieron de otros paises. La veterana Tina Modotti (ver fotógrafas artistas) se encontraba en España desde 1934. En 1937 se alistó al Quinto Regimiento de las Brigadas Internacionales con el apodo de María. Estas Brigadas estaban integradas por voluntarios extranjeros que venían a luchar por la democracia y la libertad, frente al nacionalcatolicismo que enarbolaban los militares sublevados, doctrina muy similar al fascismo italiano y alemán.

Kati Horna (1912-2000) llegó en 1937 para realizar trabajos propagandísticos para el gobierno republicano. Esta húngara llegada de París, realizó numerosas fotografías de la Guerra Civil para la prensa anarquista y para posters de propaganda de la República. No llegó a fotografiar el frente, por eso no llegó a sustituir su Rolleiflex, una cámara de formato 6x6 y 12 exposiciones, bastante inapropiada para escenas de guerra. Sin embargo, retrató con acierto el drama de la retaguardia. En la revista Umbral, conoció al pintor andaluz José Horna con quien huiría hacia París cuando el gobierno republicano fue derrotado por las tropas del general Franco, en 1939. Consiguieron huir con una caja de hojalata conteniendo una selección de 270 negativos. En 1979, reinstaurada la democracia en España, Kati vendió al Ministerio de Cultura español el contenido de esta caja perfectamente ordenado y con los pies de fotos mecanografiados por ella.

Pero es en la primera oleada de fotorreporteros, cuando llega Gerda Taro (1910-1937) acompañada de Robert Capa.

Gerda TaroGerta Pohorylle era una alemana de origen judio que emigró a París, poco después de la subida al poder de Hitler, en 1933. En París, conoció a Ernö Endré Friedman, un fotógrafo freelance húngaro, quién se entusiamó por la fotografía gracias a Eva Besnyö, una vecina de su Budapest natal. Igual que Gerta, Endré huye de Berlín en el mismo año que ella.
En el verano de 1935, se van con unos amigos comunes a la isla de Santa Margarita, en Cannes. Allí se enamoran y deciden trabajar juntos. Endré, que ahora se hace llamar André, le enseñará fotografía a Gerta y ella le asesorará en los aspectos comerciales, aprovechando sus conocimientos adquiridos en la agencia Alliance Photo, donde trabaja. El olfato comercial de Gerta le mueve a crear una estratagema ante la escasa acogida de las fotos de André, inventando la figura de un fotógrafo norteamericano llamado Robert Capa, cuyo asistente de laboratorio sería André. El nombre Robert procedía del actor favorito de Gerta, Robert Taylor, mientras que Capa procedía del director de cine Frank Capra. Gerta también decidió cambiar su propio nombre por el de Gerda Taro, en honor a la actriz Greta Garbo. En su libro Gerda Taro fotógrafa de guerra, Fernando Olmeda viene a decir que Gerda Taro era la cabeza pensante de la pareja y que, entre otras cosas, fue quien inventó a Robert Capa.

La pareja actuaba como representante del supuesto Robert Capa, lo que les permitía vender sus fotografías al triple de su valor usual. El engaño duró poco. El director de la revista Vu, Lucien Voguel, lo descubrió cuando publicó, con mucho éxito, unas fotografías firmadas por Robert Capa, que él sabía que fueron tomadas por André. No obstante, ambos mantuvieron estos nombres porque empezaban a ser muy conocidos.

Gerda aprendió rápidamente a manejar las cámaras Leica y Rolleiflex. Desde el 4 de febrero de 1936, dispuso de una acreditación de prensa que le permitió legalizar su situación en Francia. El 5 de agosto de 1936, Capa y Taro llegaron por primera vez a España, cuando la guerra civil apenas había empezado hacía dos semanas. Su inclinación política los lleva a intimar con la República, que les facilita un grupo de milicianos como escolta. La inexperiencia de ambos fotógrafos les lleva a lugares donde los combates no había empezado o ya habían finalizado y sus primeros reportajes son escenificaciones realizadas por los milicianos que los acompañaban. En este primer viaje, Capa realiza la famosa fotografía Muerte de un miliciano, en el Cerro Muriano, Córdoba.

Gerda realizará cinco viajes a España, tres de ellos con Capa y dos en solitario. Es dificil establecer la autoría de las fotografías porque ambos se intercambian las cámaras, aunque las primeras van firmadas por Capa. A principios de 1937 decidieron crear el sello Capa y Taro y así lo hacen en las fotos que remiten desde España, en marzo de 1937. Por esas fechas, Capa regresa a París y Taro se queda en España. Acepta encargos de otras revistas y firma como Taro. Se siente más independiente y se integra en los batallones de las Brigadas Internacionales por su conocimiento de los idiomas alemán y francés.

En el primer aniversario de la guerra española, el 18 de julio de 1937, Gerda está en París y disfruta de su éxito como reportera de guerra. Los números especiales de Ce Soir y Regards incluyen fotos suyas firmadas como Taro. Se siente una fotorreportera profesional y tiene ganas de seguir cubriendo la guerra. Vuelve a Madrid y se aloja donde siempre, en el palacio de Zabálburu, sede de la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Allí se alojan la mayoría de los intelectuales que apoyan a los republicanos. Va y viene cada día al frente del río Guadarrama, apenas a 25 kms. de Madrid. Allí, la Legión Cóndor está bombardeando sistemáticamente las posiciones republicanas. Un día antes de partir para París, el domingo 25 de julio, Gerda le pide a Ted Allan, un comisario político que controla una unidad médica, que le acompañe hasta Brunete, al otro lado del río Guadarrama. Brunete es un punto estratégico para dominar Madrid y las tropas del general Franco ya lo han conquistado, sirviéndose de aviones alemanes e italianos. Gerda y Allan no lo saben y llegan andando al frente. Después de tomar numerosas fotos desde una trinchera se retiran y se topan con un coche que está evacuando heridos. Ambos se suben a los estribos y Gerda deja sus cámaras a la persona que ocupa el asiento delantero. Cerca de Valdemorillo sufren un nuevo ataque aéreo y un tanque descontrolado golpea la parte delantera del coche. Allan y Gerda caen a la carretera, con tan mala suerte que el tanque aplasta a Gerda. Las heridas son graves y es operada sin anestesia. Gerda muere en la madrugada del 26 de julio de 1937, justo seis días antes de cumplir los 27 años. Tristemente, fue la primera mujer reportera de guerra y también la primera en morir en la zona de combate. Los últimos negativos de la batalla de Brunete aparecieron con el resto del material encontrado dentro de la famosa maleta mexicana descubierta por el director de cine mejicano Benjamín Tarver en 1995.

Therese BonneyLa II Guerra Mundial comenzó a los seis meses de terminar la Guerra Civil española. Cuando se generalizaron los combates, fueron muchas las mujeres que pidieron ir al frente o que se fueron por su cuenta, a pesar del riesgo real de muerte. Este fue el caso de Lee Miller, quien a pesar de los ruegos de amigos y familiares para que se marchase a Estados Unidos, decidió quedarse para cubrir los bombardeos alemanes sobre el Reino Unido. En diciembre de 1942, consiguió una acreditación de la Armada estadounidense como corresponsal de guerra para la revista Vogue, donde trabajó en su juventud. Sus fotografías documentaron con realismo, tanto la vida de las mujeres en la retaguardia, como los horrores de los campos de concentración. Es famosa la fotografía que le hizo su colega David E. Sherman en la bañera del apartamento de Hitler en Munich, al final de la guerra.
Therese Bonney (1894-1978) también optó por el fotorreportaje, después de su experiencia como fotógrafa publicitaria. Bonney viajó a Finlandia en noviembre de 1939, para cubrir los preparativos de los Juegos Olímpicos, que se celebrarían al año siguiente y allí le sorprendió la invasión rusa. Fue la única reportera que se encontraba en Helsinki y realizó un buen número de fotografías en el frente de la conocida como guerra de Invierno. En mayo de 1940, le ocurrió algo parecido en Bélgica. Sin planificarlo, se encontró en la Batalla de Mosa (Meusse), en la que las tropas alemanas comenzaron a invadir Francia. Debido a la calidad de sus fotografías, Bonney recibió el encargo de recorrer Europa. Durante el año 1941, viajó por Portugal, España, Francia, y otros países, fotografiando la situación de las mujeres, niños y ancianos. En 1943, publicó el libro Europe´s children (Niños de Europa), donde retrata con crudeza la situación de los niños en guerra.

Dickey ChapelleDickey Chapelle (1919-1965) fue otra norteamericana que se lanzó a la difícil profesión de reportera de guerra. Aprendió fotografía gracias a su maestro y después marido, Tony Chapelle. A pesar de su escasa experiencia como fotógrafa, se las ingenió para ser corresponsal de guerra con los Marines para la revista National Geographic. Con ellos fotografió la batalla de Iwo Jima y Okinawa. Posteriormente, en apenas tres años, cubrió las guerras de independencia de Argelia y las revueltas del Líbano y Hungría. En éste último país fue encarcelada durante las siete semanas que duraron los disturbios y los posteriores bombardeos rusos sobre la población. Con más de 40 años de edad, no dudó en aprender a lanzarse en paracaídas para acompañar a un batallón de paracaidistas en una misión en Vietnam. Fue la primera mujer autorizada por el Pentágono para acompañar a estas tropas. El 4 de noviembre de 1965, patrullando en Vietnam, dentro de la operación Black Ferret, un soldado desactivó frente a ella una bomba trampa y estalló. El impacto le hizo caer y un trozo de metralla le seccionó la arteria carótida. Fue la primera corresponsal en morir en la guerra del Vietnam. No obstante, Margaret Bourke-White (1904-1971) fue posiblemente la reportera de guerra más sobresaliente.

Margaret Bourke-WhiteMargaret Bourke-White se graduó en Biología en 1927, como experta en reptiles, tras pasar por varias Universidades, un matrimonio fallido y utilizar la fotografía para pagarse los estudios. Ese mismo año instaló su estudio fotográfico en Cleveland y antepuso el apellido de su madre, Bourke, como nombre artístico.
Fue la primera mujer que se especializó en fotografía arquitectónica e industrial. Trabajando en las fotografías publicitarias de la fundición Otis Steel Company, fue la primera que utilizó polvo de magnesio, como fuente de luz, para no desvirtuar sus fotografías de las calderas, en las que predominaban los tonos rojos y naranjas.

El editor Henry R. Luce la llamó en la primavera de 1929 para formar parte de la revista Time. La línea editorial de esta revista no satisfizo a Margaret, pero Henry Luce le planteó formar parte de otra revista que tenía en mente. Margaret terminó siendo la primera mujer contratada como fotógrafa (con el permiso de Consuelo Kanaga), para una nueva revista llamada Fortune. En 1930, la revista le envió a Alemania para fotografiar su industria, entre ellas la fábrica de armas Krupp Iron. Una vez allí viajó por su cuenta hasta la Unión Soviética para realizar una serie de fotografías sobre su naciente industria. Su fuerte convinción le valió para vencer la burocracia stalinista y ser la primera persona occidental que fotografió los resultados del Primer Plan Quinquenal para la industrialización soviética. Instaló su estudio en el edificio Chrysler de Nueva York, que fue el exponente del art-deco del momento y allí siguó realizando reportajes de la ciudad y sus edificios. Mientras tomaba una fotografía sobre una de las gárgolas del piso 61 del edificio Chrysler, su asistente Oscar Bennet tomó la famosa imagen, en la que se observa el modo de trabajar de Margaret.

En 1935, la revista Fortune le envía a documentar el Dust Bowl. Al principio, tendía a tomar fotografías de las instalaciones y los edificios destruidos por las tormentas de polvo. Sin embargo, pronto observó las caras de desesperación y angustia de sus propietarios y orientó su objetivo hacia ellos. Parte de este trabajo fue publicado dos años más tarde, en el libro You have seen your faces (Habéis visto sus caras). Desde entonces, Bourke-White tomaría retratos con planos muy cortos, centrando el interés en el rostro del personaje.

En 1936, Henry Luce le propuso entrar en la nómina de Life, una nueva revista gráfica que se estaba preparando, a semejanza de la Vu francesa. Fue la primera mujer que entró en su nómina y fue la primera que tuvo una fotografía de portada. El primer número de Life salió a la calle el 23 de noviembre de 1936 con la impresionante imagen de las obras de la presa Fort Perk, fotografiada por Margaret. A pesar de la Gran Depresión que atravesaba el país, Margaret era la mujer mejor pagada de Estados Unidos.

Estuvo acreditada por Life en la fuerza aérea estadounidense para fotografiar la II Guerra Mundial. Ello le valió el título de primera mujer reportera de guerra, pero este titulo es injusto, considerando que Gerda Taro ya había dado su vida tomando fotografías en la guerra civil española. En cualquier caso, Margaret se convertiría en una famosa reportera. Cubriendo la campaña africana, se salvó de milagro de un ataque con torpedos al buque en el que viajaba. Fotografió la destrucción de la base aérea alemana de El Aouina, cerca de Túnez, por parte de la aviación estadounidense. Después cubrió la campaña en Italia. Tuvo también la suerte de encontrarse en el sitio y momentos oportunos. Cuando se encontraba preparando un libro con su marido en la Unión Soviética, le sorprendió la invasión alemana en 1941. Logró ser la única periodista que fotografió Moscú bajo las bombas alemanas. Su supervivencia ante tantos riesgos le valió el apodo de Maggie, la indestructible. En 1945, acompañó al general Patton para documentar la liberación del campo de prisioneros de Buchenwald.

La misma suerte le acompañó cuando fue a cubrir la creación de los nuevos estados de la India y Pakistan, entre los años 1946 a 1949. Fotografió a Gandhi unas horas antes de su asesinato, aunque Henri Cartier Bresson lo hizo justo una hora antes. Entre 1949 y 1950 estuvo en Sudáfrica fotografiando a los mineros y el régimen del apartheid y en 1952 cubrió la guerra de Korea acreditada por Life. En esta revista continuó trabajando hasta su retiro forzoso en 1961, acosada por la enfermedad de Parkinson.

Solo dos años después de finalizar la II Guerra Mundial, el mundo del fotorreportaje y la fotografía documental pivotaría sobre la agencia Magnum. El 22 de mayo de 1947, los cuatro fotógrafos Robert Capa (1913-1954), Chim Seymour (1911-1956), George Rodger (1908-1995) y Henri Cartier-Bresson (1908-2004) buscaban otra nueva forma de gestionar su obra, fuera de las imposiciones y manipulaciones de las empresas periodísticas. La agencia funcionaría como una cooperativa de fotógrafos, donde los derechos de copia repercutían directamente a sus autores y éstos eran libres de venderlas a otras publicaciones en otros países.

Inge MorarthJunto a estos grandes fotógrafos, en el equipo fundador se encontraba el editor William Vandivert y su esposa Rita, quién fue nombrada primera presidenta de la Agencia. La editora María Eisner ocuparía el puesto de tesorera. María conoció a Capa, a Chim y a Taro en la oficina de la agencia Alliance Photo en París, durante los años de la Guerra Civil española y se hicieron muy amigos. Poco tiempo después de la invasión alemana de Francia, abandonó un campo de refugiados situado en los Pirineos y se exilió a Nueva York. Allí volvió a contactar con sus antiguos amigos Chim y Capa, formando parte del equipo fundador de Magnum. Todos ellos pusieron 400 dólares y empezaron con dos sedes. Actualmente, la agencia tiene oficinas en París, Nueva York, Londres y Tokyo y consta de 70 miembros de pleno derecho.

La primera mujer que entró en Magnum, fue Eve Arnold (1912-2012), en 1951, solo tres años después de terminar un curso de fotografía en Nueva York. Sus fotografías más famosas fueron las tomadas a Marilyn Monroe y a Marlene Dietrich en los descansos de los rodajes, sin pose y sin previo aviso. En 1961 se traslada con su hijo a Londres y desarrolla toda su labor de fotorreportera desde allí.


Inge Morarth (1923-2002) trabajaba en Magnum como editora de su amigo, el fotorreportero Ernst Haas (1921-1986). Allí empezó a interesarse por la fotografía, y con 28 años decidió dedicarse a ello gracias al apoyo de Capa y Cartier-Bresson. Inge se convirtió en fotógrafa de la agencia dos años después de que entrara Eve Arnold. Aprendió chino mandarín para trabajar en el gigante asiático. Junto a Eve Arnold realizó un reportaje sobre el rodaje de la película Vidas Rebeldes de John Houston y allí conoció a su marido, el escritor Arthur Miller, quien había estado casado con Marilyn Monroe. Fotografió muchos países, incluyendo España, donde cubrió los Sanfermines y realizó reportajes de sus viajes por Castilla, Extremadura y el Camino de Santiago.

viernes, 16 de diciembre de 2016

Margaret Bourke-White.


Fotografía industrial, crónicas de guerra, reportajes. Como fotógrafa jefe de Life se convirtió en la representante más importante de su gremio en las décadas de 1930 a 1950. Durante ese tiempo es considerada como “estrella” de la denuncia de los medios de comunicación impresos en la cumbre del periodismo ilustrado. En 1922 comienza sus estudios en el Columbia College (Nueva York). Realiza cursos de fotografía en la Clarence H. White School of Photography. Después de diversos traslados, finaliza sus estudios (licenciatura) en 1927 en la Universidad de Cornell (Ithaca, Nueva York). Se traslada a Cleveland y cambia su nombre por Bourke-White. Hasta 1936 trabaja con bastante éxito como fotógrafa publicitaria e industrial. En 1930, se marcha a Nueva York, donde comienza su colaboración con la revista Fortune. Entre 1931 y 1932 realiza viajes a la URSS. A partir de 1936, realiza colaboraciones fijas con la revista Life (primera portada). Investiga, junto al escritor Erskine Caldwell (su marido entre 1939 y 1942), sobre las desigualdades sociales en el sur de América. En 1941, se encuentra en Moscú y realiza un documental sobre el ataque alemán a la ciudad. En 1942, se convierte en la primera fotógrafa de las fuerzas aéreas estadounidenses. Entre 1943 y 1944 reside en Italia, en 1945 toma fotografías de la liberación del campo de concentración de Buchenwald. Entre 1946 y 1948 prepara reportajes sobre los procesos de independencia en India y Pakistán. En 1950 viaja a Sudáfrica. En 1952, trabaja como reportera de guerra en Corea. En 1957 comienza a padecer Parkinson. Realiza su autobiografía Portrait of Myself en 1963. Y en 1969 abandona la fotografía. 


Margaret Bourke-White