9 Los “Dogmas Neoliberales” y la demonización de las movilizaciones sociales Los precursores del pensamiento único traducen en términos ideológicos, lo que pretenden que sean verdades universales, que no son otra cosa que los intereses del capital internacional y de los mercados. En el tema económico no dudan en abusar de la reputación de imparcialidad que les atribuyen las instituciones como el Banco Mundial, el FMI, la OCDE, el GATT o la OMC. Con la cantinela de “La única política posible”, que es precisamente la que cuenta con el aval de los ricos. Ceder frente a este pensamiento es aceptar que la rentabilidad sea más importante que la utilidad social, es fomentar el desprecio por lo político y el reinado del dinero. Son partidarios de atacar las rigideces y otras reglamentaciones que asfixian al mercado de trabajo, de combatir los tabúes, como el salario mínimo y de estigmatizar la indolencia de los desempleados. En esta línea el capitalismo, ahora que ya no existe el muro de Berlín, está obligado a tener en cuenta a los mercados financieros. El doble discurso del pensamiento único otorga sus perlas al poder y al dinero, la valentía y el sentido de la realidad y por el otro lado quedan; el pueblo y la huelga, los fantasmas y lo irracional. El ejercicio del derecho de huelga es calificada como “un capricho”, “fantasmagoría”, “carnaval”, “rasgo de locura”, “deriva esquizofrénica”, manifestantes “mentalmente desfasados”, “perdemos todos”, “el crecimiento se derrumba” etc. Para doblegar a los huelguistas el sistema se pone a trabajar, haciendo a cada hora inventario de los kilómetros de embotellamiento, usuarios exasperados, desesperación en las autopistas, empresas al borde de la asfixia e incluso citan hordas de “sin techo” que son lanzados a la vía pública por el cierre del metro. También resultaba sorprendente su súbita preocupación por los perceptores de prestaciones de desempleo y pensiones mínimas que veían peligrar el puntual cobro por la huelga. Un editorialista para ser realmente grande, no debe nunca rebajarse a investigar la miseria del mundo y a escuchar el discurso de los dominados.