La función más importante del
esqueleto es sostener la totalidad del cuerpo y darle forma. Hace posible
la locomoción al brindar al organismo material duro y consistente que
sostiene los tejidos blandos contra la fuerza de gravedad y donde se
insertan los músculos que le permiten erguirse del suelo y moverse sobre
su superficie. El sistema óseo también protege los órganos internos
(cerebro, pulmones, corazón) de los traumatismos del exterior. En todo hueso largo, el cuerpo, generalmente cilíndrico, recibe el nombre de diáfisis, y los extremos, el de epífisis. La diáfisis está hueca, y su interior es ocupado por el tuétano o médula amarilla. También en la epífisis hay gran número de cavidades formadas por el entrecruzamiento de los delgados tabiques óseos, los cuales contienen la médula roja, formadora de glóbulos sanguíneos. El periostio, que es una membrana muy tenaz y sumamente vascularizada, envuelve los huesos y permite que éstos crezcan en espesor; esta membrana es de gran importancia, pues por medio de sus vasos sanguíneos llegan a las células óseas la sustancias nutritivas. El esqueleto humano está compuesto por huesos, ligamentos y tendones, formado por 203 o 204 huesos y se divide en cabeza, tronco y miembros. |