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¡Ave rosas, estrellas solemnes! Rosas, rosas, joyas vivas de infinito; bocas, senos y almas vagas perfumadas; llantos, ¡besos!, granos, polen de la luna; dulces lotos de las almas estancadas; ¡ave rosas, estrellas solemnes! Amigas de poetas y de mi corazón, ¡ave rosas, estrellas de luminosa Sión! Panidas, sí, Panidas; el trágico Rubén así llamó en sus versos al lánguido Verlaine, que era rosa sangrienta y amarilla a la vez. Dejad que así os llame, Panidas, sí, Panidas, esencias de un Edén, de labios danzarines, de senos de mujer. Vosotras junto al mármol la sangre sois de él, pero si fueseis olores del vergel en que los faunos moran, tenéis en vuestro ser una esencia divina: María de Nazaret, que esconde en vuestros pechos blancura de su miel; flor única y divina, flor de Dios y Luzbel. Flor eterna. Conjuro al suspiro. Flor grandiosa, divina, enervante, flor de fauno y de virgen cristiana, flor de Venus furiosa y tonante, flor mariana celeste y sedante, flor que es vida y azul fontana del amor juvenil y arrogante que en su cáliz sus ansias aclara. ¡Qué sería la vida sin rosas! Una senda sin ritmo ni sangre, un abismo sin noche ni día. Ellas prestan al alma sus alas, que sin ellas el alma moría, sin estrellas, sin fe, sin las claras ilusiones que el alma quería. Ellas son refugio de muchos corazones ellas son estrellas que sienten el amor, ellas son silencios que lentos escaparon del eterno poeta nocturno y soñador, y con aire y con cielo y con luz se formaron, por eso todas ellas al nacer imitaron el color y la forma de nuestro corazón. Ellas son las mujeres entre todas las flores, tibios sancta sanctorum de la eterna poesía, neáporis grandiosas de todo pensamiento, copones de perfume que azul se bebe el viento, cromáticos enjambres, perlas del sentimiento, adornos de las liras, poetas sin acento. Amantes olorosas de dulces ruiseñores. Madres de todo lo bello, sois eternas, magníficas, tristes como tardes calladas de octubre, que al morir, melancólicas, vagas, una noche de otoño las cubre, porque al ser como sois la poesía estáis llenas de otoño, de tardes, de pesares, de melancolía, de tristezas, de amores fatales, de crepúsculo gris de agonía, que sois tristes, al ser la poesía que es un agua de vuestros rosales. Santas rosas divinas y varias, esperanzas, anhelos, pasión, deposito en vosotras, amigas; dadme un cáliz vacío, ya muerto, que en su fondo, mustiado y desierto, volcaré mi fatal corazón. ¡Ave rosas, estrellas solemnes! Llenas rosas de gracia y amor, todo el cielo y la tierra son vuestros y benditos serán los maestros que proclamen la voz de tu flor. Y bendito será el bello fruto de tu bello evangelio solemne, y bendito tu aroma perenne, y bendito tu pálido albor. Solitarias, divinas y graves, sollozad, pues sois flores de amor, sollozad por los niños que os cortan, sollozad por ser alma y ser flor, sollozad por los malos poetas que no os pueden cantar con dolor, sollozad por la luna que os ama, sollozad por tanto corazón como en sombra os escucha callado, y también sollozad por mi amor. ¡Ay!, incensarios carnales del alma, chopinescas romanzas de olor, sollozad por mis besos ocultos que mi boca a vosotras os dio. Sollozad por la niebla de tumba donde sangra mi gran corazón, y en mi hora de estrella apagada, que mis ojos se cierren al sol, sed mi blanco y severo sudario, chopinescas romanzas de olor. Ocultadme en un valle tranquilo, y esperando mi resurrección, id sorbiendo con vuestras raíces la amargura de mi corazón. Rosas, rosas divinas y bellas, sollozad, pues sois flores de amor. 7 de Mayo de 1918. |
El agua toca su tambor de plata. Los árboles tejen el viento y las rosas lo tiñen de perfume. Una araña inmensa hace a la luna estrella. ¿Quién segó el tallo de la luna? (Nos dejó raíces de agua.) ¡Qué fácil nos sería cortar las flores de la eterna acacia! María del Reposo, te vuelvo a encontrar junto a la fuentefría del limonar. ¡Viva la rosa en su rosal! María del Reposo, te vuelvo a encontrar, los cabellos de niebla y ojos de cristal. ¡Viva la rosa en su rosal! María del Reposo, te vuelvo a encontrar. Aquel guante de luna que olvide, ¿dónde está? ¡Viva la rosa en su rosal! Limonar. Momento de mi sueño. Limonar. Nido de senos amarillos. Limonar. Senos donde maman las brisas del mar Limonar. Naranjal desfallecido, naranjal moribundo, naranjal sin sangre. Limonar. Tú viste mi amor roto por el hacha de un gesto. Limonar, mi amor niño, mi amor sin báculo y sin rosa. Limonar. |
En el agua negra, árboles yacentes, margaritas y amapolas. Por el camino muerto van tres bueyes. Por el aire, el ruiseñor, corazón del árbol En mi memoria tendría con un recuerdo de plata, piedra de rocío. En el campo sin monte una laguna clara, manantial apagado. te dejo. ¡Amor de mi noche! Y viudita de mi astro te encuentro. ¡Domador de sombrías mariposas! Sigo por mi camino. Al cabo de mil años me verás. ¡Amor de mi noche! Por la vereda azul, domador de sombrías estrellas seguiré mi camino. Hasta que el Universo quepa en mi corazón. de cristal, en colmena de aire! Nos besamos a través de cristal. ¡Maravillosa cárcel, cuya puerta es la luna! sobre los caminos. Hay quien va y quien viene por selvas de humo. Las cabañas suspiran bajo la aurora perpetua. En el golpe del hacha valles y bosques tienen un temblor de cisterna. ¡En el golpe del hacha! espejismo, reflejo. Da lo mismo decir estrella que naranja, cauce que cielo. ¡Oh la flecha, la flecha! El Sur es eso: una flecha de oro, sin blanco, sobre el viento. que baja al Sur (por grandes conjuntos) . que asciende al Norte (cromática). |
Cristo tenía un espejo en cada mano. Multiplicaba su propio espectro. Proyectaba su corazón en las miradas negras. ¡Creo! Vivimos bajo el gran espejo. ¡El hombre es azul! ¡Hosanna! Doña Luna. (¿Se ha roto el azogue?) No. ¿Qué muchacho ha encendido su linterna? Sólo una mariposa basta para apagarte. Calla... ¡Pero es posible! ¡Aquella luciérnaga es la luna! Todo es abanico. Hermano, abre los brazos. Dios es el punto. Un pájaro tan solo canta. El aire multiplica. Oímos por espejos. Andamos sobre un espejo, sin azogue, sobre un cristal sin nubes. Si los lirios nacieran al revés, si las rosas nacieran al revés, si todas las raíces miraran las estrellas, y el muerto no cerrara sus ojos, seríamos como cisnes. Detrás de cada espejo hay una estrella muerta y un arco iris niño que duerme. Detrás de cada espejo hay una calma eterna y un nido de silencios que no han volado. El espejo es la momia del manantial, se cierra, como concha de luz, por la noche. El espejo es la madre-rocío, el libro que diseca los crepúsculos, el eco hecho carne. Campanillas de oro. Pagoda dragón. TiIín, tilín, sobre los arrozales. Fuente primitiva. Fuente de la verdad. A lo lejos, garzas de color rosa y el volcán marchito. En los ojos se abren infinitos senderos. Son de encrucijadas de la sombra. La muerte llega siempre de esos campos ocultos. (Jardinera que troncha las flores de las lágrimas.) Las pupilas no tienen horizontes. Nos perdemos en ellas como en la selva virgen. Al castillo de irás y no volverás se va por el camino que comienza en el iris. ¡Muchacho sin amor, Dios te libre de la yedra roja! Guárdate del viajero, Elenita que bordas corbatas! Adán y Eva. La serpiente partió el espejo en mil pedazos, y la manzana fue la piedra. Duerme. No temas la mirada errante. Duerme. Ni la mariposa, ni la palabra, ni el rayo furtivo de la cerradura te herirán. Duerme. Como mi corazón, así tú, espejo mío. Jardín donde el amor me espera. Duérmete sin cuidado, pero despierta, cuando se muera el último beso de mis labios. El aire, preñado de arcos iris, rompe sus espejos sobre la fronda. Mi corazón ¿es tu corazón? ¿Quién me refleja pensamientos? ¿Quién me presta esta pasión sin raíces? ¿Por qué cambia mi traje de colores? ¡Todo es encrucijada! ¿Por qué ves en el cielo tanta estrella? ¿Hermano, eres tú o soy yo? ¿Y estas manos tan frías son de aquél? Me veo por los ocasos, y un hormiguero de gente anda por mi corazón. El búho deja su meditación, limpia sus gafas y suspira. Una luciérnaga rueda monte abajo, y una estrella, se corre. El búho bate sus alas y sigue meditando. |
Aquel camino sin gente... Aquel camino. Aquel grillo sin hogar... Aquel grillo. Y esta esquila que se duerme... Esta esquila. El buey cierra sus ojos lentamente... (Calor de establo.) Este es el preludio de la noche. En Sirio, hay niños. |
Entré en la selva de los relojes. Frondas de tic-tac, racimos de campanas y, bajo la hora múltiple, constelaciones de péndulos. Los lirios negros de las horas muertas, los lirios negros de las horas niñas. ¡Todo igual! ¿Y el oro del amor? Hay una hora tan sólo. ¡Una hora tan sólo! ¡La hora fría! Me interné por la hora mortal. Hora de agonizante y de últimos besos. Grave hora que sueñan las campanas cautivas. Relojes de cuco. sin cuco. Estrella mohosa y enormes mariposas pálidas. Entre el boscaje de suspiros el aristón sonaba que tenía cuando niño. ¡Por aquí has de pasar, corazón! ¡Por aquí, corazón! Toda la selva turbia es una inmensa araña que teje una red sonora a la esperanza. ¡A la pobre virgen blanca que se cría con suspiros y miradas! La verdadera esfinge es el reloj Edipo nacerá de una pupila. Limita al Norte con el espejo y al Sur con el gato. Doña Luna es una Venus. (Esfera sin sabor.) Los relojes nos traen los inviernos. (Golondrinas hieráticas emigran el verano.) La madrugada tiene un pleamar de relojes. Los murciélagos nacen de las esferas. Y el becerro los estudia preocupado. ¿Cuándo será el crepúsculo de todos los relojes? ¿Cuándo esas lunas blancas se hundirán por los montes? Me senté en un claro del tiempo. Era un remanso de silencio, de un blanco silencio. Anillo formidable, donde los luceros chocaban con los doce flotantes números negros. El Tiempo tiene color de noche. De una noche quieta. Sobre lunas enormes, la Eternidad está fija en las doce. Y el Tiempo se ha dormido para siempre en su torre. Nos engañan todos los relojes. El Tiempo tiene ya horizontes. En tu jardín se abren las estrellas malditas. Nacemos bajo tus cuernos y morimos. ¡Hora fría! Pones un techo de piedra a las mariposas líricas y, sentada en el azul, cortas alas y limitas. Una... dos... y tres. Sonó la hora en la selva. El silencio se llenó de burbujas y un péndulo de oro llevaba y traía mi cara por el aire. ¡Sonó la hora en la selva! Los relojes de bolsillo, como bandadas de moscas iban y venían. En mi corazón sonaba el reloj sobredorado de mi abuelita. |
IEl viento venía rojo por el collado encendido y se ha puesto verde, verde por el río. Luego se pondrá violeta, amarillo y... Será sobre los sembrados un arco iris tendido. IIViento estancado. Arriba el sol. Abajo las algas temblorosas de los álamos. Y mi corazón temblando. Viento estancado a las cinco de la tarde. Sin pájaros. IIILa brisa es ondulada como los cabellos de algunas muchachas. Como los marecitos de algunas viejas tablas. La brisa brota como el agua y se derrama, como un bálsamo blanco, por las cañadas, y se desmaya al chocar con lo duro de la montaña. |
Libro IEl. viajante de los jardines lleva un herbario. Con su tomo de olor, gira. Por las noches vienen a sus ramas las almas de los viejos pájaros. Cantan en ese bosque comprimido que requiere las fuentes del llanto. Como las naricillas de los niños aplastadas en el cristal opaco, así las flores de este libro sobre el cristal invisible de los años. El viajante de jardines abre el libro llorando y los colores errabundos se desmayan sobre el herbario. IIEl viajante del tiempo trae el herbario de los sueños. Yo.¿Dónde está el herbario? El viajante.Lo tienes en tus manos. Yo.Tengo libres los diez dedos. El viajante.Los sueños bailan en tus cabellos. Yo.¿Y cuántos siglos han pasado? El viajante.Una sola hora tiene mi herbario. Yo.¿Voy al alba o a la tarde? El viajante.El pasado está inhabitable. Yo.¡Oh jardín de la amarga fruta! El viajante.Peor es el herbario de la luna. IIIEn mucho secreto, un amigo me enseña el herbario de los ruidos. (¡Chist... silencio! ¡La noche cuelga del cielo!) A la luz de un puerto perdido vienen los ecos de todos los siglos. (¡Chist... silencio! ¡La noche oscila en el viento!) ¡Chist... silencio! Viejas iras se enroscan en mis dedos. |
Las estrellas no tienen novio. ¡Tan bonitas como son las estrellas! Aguardan a un galán que las remonte a su ideal Venecia. Todas las noches salen a las rejas, ¡oh cielo de mil pisos! y hacen líricas señas a los mares de sombra que las rodean. Pero aguardad, muchachas, que cuando yo me muera os raptaré una a una en mi jaca de niebla. |
Maestro. ¿Qué doncella se casa con el viento? Niño. La doncella de todos los deseos. Maestro. ¿ Qué le regala el viento? Niño. Remolinos de oro y mapas superpuestos. Maestro. Ella ¿le ofrece algo?, Niño. Su corazón abierto. Maestro. Decid cómo se llama. Niño. Su nombre es un secreto. (La ventana del colegio tiene una cortina de luceros.) |
Cada canción es un remanso del amor. Cada lucero, un remanso del tiempo. Un nudo del tiempo. Y cada suspiro un remanso del grito. |
los marineros andaluces De Cádiz a Gibraltar ¡qué buen caminito! El mar conoce mi paso por los suspiros. ¡Ay muchacha, muchacha, cuánto barco en el puerto de Málaga! De Cádiz a Sevilla ¡cuántos limoncitos! El limonar me conoce por los suspiros. ¡Ay muchacha, muchacha, cuánto barco en el puerto de Málaga! De Sevilla a Carmona no hay un solo cuchillo. La media luna, corta, y el aire, pasa, herido. ¡Ay muchacho, muchacho, que las olas me llevan mi caballo! Por las salinas muertas yo te olvidé, amor mío. El que quiera un corazón que pregunte por mi olvido. ¡Ay muchacho, muchacho, que las olas se llevan mi caballo! Cádiz, que te cubre el mar, no avances por ese sitio. Sevilla, ponte de pie para no ahogarte en el río. ¡Ay muchacha! ¡Ay muchacho! ¡Qué buen caminito! Cuánto barco en el puerto y en la playa ¡qué frío! |
muerte pequeña Prado mortal de lunas y sangre bajo tierra. Prado de sangre vieja. Luz de ayer y mañana. Cielo mortal de hierba. Luz y noche de arena. Me encontré con la muerte. Prado mortal de tierra. Una muerte pequeña. El perro en el tejado. Sola mi mano izquierda atravesaba montes sin fin de flores secas. Catedral de ceniza. Luz y noche de arena. Una muerte pequeña. Una muerte y yo un hombre. Un hombre solo, y ella una muerte pequeña. Prado mortal de luna. La nieve gime y tiembla por detrás de la puerta. Un hombre, ¿y qué? Lo dicho. Un hombre solo y ella. Prado, amor, luz y arena. |
Poema para muertos Las hierbas. Yo me cortaré la mano derecha. Espera. Las hierbas. Tengo un guante de mercurio y otro de seda. Espera. ¡Las hierbas! No solloces. Silencio, que no nos sientan. Espera. ¡Las hierbas! Se cayeron las estatuas al abrirse la gran puerta. ¡¡Las hierbaaas!! |
INorma de ayer encontradasobre mi noche presente; resplandor adolescente que se opone a la nevada. No quieren darte posada mis dos niñas de sigilo, morenas de luna en vilo con el corazón abierto; pero mi amor busca el huerto donde no muere tu estilo. IINorma de seno y caderabajo la rama tendida; antigua y recién nacida virtud de la primavera. Ya mi desnudo quisiera ser dalia de tu destino, abeja. rumor o vino de tu número y locura; pero mi amor busca pura locura de brisa y trino. |
(El poeta pide ayuda a la Virgen) Pido a la divina Madre de Dios, Reina celeste de todo lo criado, me dé la pura luz de los animalitos que tienen una sola letra en su vocabulario, animales sin alma, simples formas, lejos de la despreciable sabiduría del gato, lejos de la profundidad ficticia de los búhos, lejos de la escultórica sapiencia del caballo, criaturas que aman sin ojos, con un solo sentido de infinito ondulado y que se agrupan en grandes montones para ser comidos por los pájaros. Pido la sola dimensión que tienen los pequeños animales planos, para marrar cosas cubiertas de tierra bajo la dura inocencia del zapato; no hay quien llore porque comprenda el millón de muertecitas que tiene el mercado, esa muchedumbre china de las cebollas decapitadas y ese gran sol amarillo de viejos peces aplastados. Tú, Madre siempre temible. Ballena de todos los cielos. Tú, Madre siempre bromista. Vecina del perejil pestado. Sabes que yo comprendo la carne mínima del mundo. |
(Homenaje a Fray Luis de León) Difícil delgadez: ¿Busca el mundo una blanca, total, perenne ausencia? Jorge Guillén Soledad pensativa sobre piedra y rosal, muerte y desvelo donde libre y cautiva, fija en su blanco vuelo, canta la luz herida por el hielo. Soledad con el estilo de silencio sin fin y arquitectura, donde la planta en vilo del ave en la espesura no consigue clavar tu carne oscura. En ti dejo olvidada la frenética lluvia de mis venas, mi cintura cuajada: y rompiendo cadenas, rosa débil seré por las arenas. Rosa de mi desnudo sobre paños de cal y sordo fuego, cuando roto ya el nudo, limpio de luna, y ciego, cruce tus finas ondas de sosiego. En la curva del río el doble cisne su blancura canta. Húmeda voz sin frío fluye de su garganta, y por los juncos rueda y se levanta. Con su rosa de harina niño desnudo mide la ribera, mientras el bosque afina su música primera en rumor de cristales y madera. Coros de siemprevivas giran locos pidiendo eternidades. Sus señas expresivas hieren las dos mitades del mapa que rezuma soledades. El arpa y su lamento prendido en nervios de metal dorado, tanto dulce instrumento resonante o delgado, buscan ¡oh soledad! tu reino helado. Mientras tú, inaccesible para la verde lepra del sonido, no hay altura posible ni labio conocido por donde llegue a ti nuestro gemido. |
José Ciria y Escalante ¡Quién dirá que te vio, y en qué momento? ¡Qué dolor de penumbra iluminada! Dos voces suenan: el reloj y el viento, mientras flota sin ti la madrugada. Un delirio de nardo ceniciento invade tu cabeza delicada. ¡Hombre! ¡Pasión! ¡Dolor de luz! Memento. Vuelve hecho luna y corazón de nada. Vuelve hecho luna: con mi propia mano lanzaré tu manzana sobre el río turbio de rojos peces de verano. Y tú, arriba, en lo alto, verde y frío, ¡olvídate! y olvida al mundo vano, delicado Giocondo, amigo mío. |
que le escriba Amor de mis entrañas, viva muerte, en vano espero tu palabra escrita y pienso, con la flor que se marchita, que si vivo sin mí quiero perderte. El aire es inmortal. La piedra inerte Ni conoce la sombra ni la evita. Corazón interior no necesita la miel helada que la luna vierte. Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas, tigre y paloma, sobre tu cintura en duelo de mordiscos y azucenas. Llena, pues, de palabras mi locura o déjame vivir en mi serena noche del alma para siempre oscura. |
Yo sé que mi perfil será tranquilo en el musgo de un norte sin reflejo. Mercurio de vigilia, casto espejo donde se quiebra el pulso de mi estilo. Que si la yedra y el frescor del hilo fue la norma del cuerpo que yo dejo, mi perfil en la arena será un viejo silencio sin rubor de cocodrilo. Y aunque nunca tendrá sabor de llama mi lengua de palomas ateridas sino desierto gusto de retama, libre signo de normas oprimidas seré en el cuerpo de la yerta rama y en el sinfín de dalias doloridas. |
Largo espectro de plata conmovida, el viento de la noche suspirando abrió con mano gris mi vieja herida y se alejó: yo estaba deseando. Llaga de amor que me dará la vida perpetua sangre y pura luz brotando. Grieta en que Filomena enmudecida tendrá bosque, dolor y nido blando. ¡Ay qué dulce rumor en la cabeza! Me tenderé junto a la flor sencilla donde flota sin alma tu belleza. Y el agua errante se pondrá amarilla. mientras corre mi sangre en la maleza mojada y olorosa de la orilla. |
Tengo miedo a perder la maravilla de tus ojos de estatua, y el acento que de noche me pone en la mejilla la solitaria rosa de tu aliento. Tengo pena de ser en esta orilla tronco sin ramas; y lo que más siento es no tener la flor, pulpa o arcilla, para el gusano de mi sufrimiento. Si tú eres el tesoro oculto mío, si eres mi cruz y mi dolor mojado, si soy el perro de tu señorío, no me dejes perder lo que he ganado y decora las aguas de tu río con hojas de mi otoño enajenado. |
Una luz de jacinto me ilumina la mano al escribir tu nombre de tinta y cabellera y en la neutra ceniza de mi verso quisiera silbo de luz y arcilla de caliente verano. Un Apolo de hueso borra el cauce inhumano donde mi sangre teje juncos de primavera, aire débil de alumbre y aguja de quimera pone loco de espigas el silencio del grano. En este duelo a muerte por la virgen poesía, duelo de rosa y verso, de número y locura, tu regalo semeja sol y vieja alegría. ¡Oh pequeña morena de delgada cintura! ¡Oh Perú de metal y de melancolía! ¡Oh España, o luna muerta sobre la piedra dura! |
¡Una viola de luz yerta y helada eres ya por las rocas de la altura. Una voz sin garganta, voz oscura que suena en todo sin sonar en nada. Tu pensamiento es nieve resbalada en la gloria sin fin de la blancura. Tu perfil es perenne quemadura, tu corazón paloma desatada. Canta ya por el aire sin cadena la matinal fragante melodía, monte de luz y llaga de azucena. Que nosotros aquí de noche y día haremos en la esquina de la pena una guirnalda de melancolía. |
A Mercedes, muerta Ya te vemos dormida. Tu barca es de madera por la orilla. Blanca princesa de nunca. ¡Duerme por la noche oscura! Cuerpo de tierra y de nieve. Duerme por el alba, ¡duerme! Ya te alejas dormida. ¡Tu barca es bruma, sueño, por la orilla! |
Si tú oyeras a la amarga adelfa sollozar, ¿qué harías amor mío? ¡Suspirar! Si tú vieras que la luz te llama cuando se va, ¿qué harías, amor mío? Pensaría en el mar. Si yo te dijera un día, ¡te amo! desde mi olivar, ¿qué harías, amor mío? ¡Clavarme un puñal! |
Una rosa en el alto jardín que tu deseas. Una rueda en la pura sintaxis del acero. Desnuda la montaña de niebla impresionista. Los grises oteando sus balaustradas últimas. Los pintores modernos, en sus blancos estudios, cortan la flor aséptica de la raíz cuadrada. En las aguas del Sena un iceberg de mármol enfría las ventanas y disipa las yedras. El hombre pisa fuerte las calles enlosadas. Los cristales esquivan la magia del reflejo. El Gobierno ha cerrado las tiendas de perfume. La máquina eterniza sus compases binarios. Una ausencia de bosques, biombos y entrecejos yerra por los tejados de las casas antiguas. El aire pulimenta su prisma sobre el mar y el horizonte sube como un gran acueducto. Marineros que ignoran el vino y la penumbra decapitan sirenas en los mares de plomo. La Noche, negra estatua de la prudencia, tiene el espejo redondo de la luna en su mano. Un deseo de formas y límites nos gana. Viene el hombre que mira con el metro amarillo. Venus es una blanca naturaleza muerta y los coleccionistas de mariposas huyen. Cadaqués, en el fiel del agua y la colina, eleva escalinatas y oculta caracolas. Las flautas de madera pacifican el aire. Un viejo dios silvestre da frutas a los niños. Sus pescadores duermen, sin ensueño, en la arena. En alta mar les sirve de brújula una rosa. El horizonte virgen de pañuelos heridos junta los grandes vidrios del pez y de la luna. Una dura corona de blancos bergantines ciñe frentes amargas y cabellos de arena. Las sirenas convencen, pero no sugestionan, y salen si mostramos un vaso de agua dulce. ¡Oh Salvador Dalí, de voz aceitunada! No elogio tu imperfecto pincel adolescente ni tu color que ronda la color de tu tiempo, pero alabo tus ansias de eterno limitado. Alma higiénica, vives sobre mármoles nuevos. Huyes la oscura selva de formas increíbles. Tu fantasía llega donde llegan tus manos, y gozas el soneto del mar en tu ventana. El mundo tiene sordas penumbras y desorden, en los primeros términos que el humano frecuenta. Pero ya las estrellas ocultando paisajes, señalan el esquema perfecto de sus órbitas. La corriente del tiempo se remansa y ordena en las formas numéricas de un siglo y otro siglo. Y la Muerte vencida se refugia temblando en el círculo estrecho del minuto presente. Al coger tu paleta, con un tiro en un ala, pides la luz que anima la copa del olivo. Ancha luz de Minerva, constructora de andamios, donde no cabe el sueño ni su flora inexacta. Pides la luz antigua que se queda en la frente, sin bajar a la boca ni al corazón del hombre. Luz que temen las vides entrañables de Baco y la fuerza sin orden que lleva el agua curva. Haces bien en poner banderines de aviso, en el límite oscuro que relumbra de noche. Como pintor no quieres que te ablande la forma el algodón cambiante de una nube imprevista. El pez en la pecera y el pájaro en la jaula. No quieres inventarlos en el mar o en el viento. Estilizas o copias después de haber mirado con honestas pupilas sus cuerpecillos ágiles. Amas una materia definida y exacta donde el hongo no pueda poner su campamento. Amas la arquitectura que construye en lo ausente y admites la bandera como una simple broma. Dice el compás de acero su corto verso elástico. Desconocidas islas desmienten ya la esfera. Dice la línea recta su vertical esfuerzo y los sabios cristales cantan sus geometrías. Pero también la rosa del jardín donde vives. ¡Siempre la rosa, siempre, norte y sur de nosotros! Tranquila y concentrada como una estatua ciega, ignorante de esfuerzos soterrados que causa. Rosa pura que limpia de artificios y croquis y nos abre las alas tenues de la sonrisa. (Mariposa clavada que medita su vuelo.) Rosa del equilibrio sin dolores buscados. ¡Siempre la rosa! ¡Oh Salvador Dalí de voz aceitunada! Digo lo que me dicen tu persona y tus cuadros. No alabo tu imperfecto pincel adolescente, pero canto la firme dirección de tus flechas. Canto tu bello esfuerzo de luces catalanas, tu amor a lo que tiene explicación posible. Canto tu corazón astronómico y tierno, de baraja francesa y sin ninguna herida. Canto el ansia de estatua que persigues sin tregua el miedo a la emoción que te aguarda en la calle. Canto la sirenita de la mar que te canta montada en bicicleta de corales y conchas. Pero ante todo canto un común pensamiento que nos une en las horas oscuras y doradas. No es el Arte la luz que nos ciega los ojos. Es primero el amor, la amistad o la esgrima. Es primero que el cuadro que paciente dibujas el seno de Teresa, la de cutis insomne, el apretado bucle de Matilde la ingrata, nuestra amistad pintada como un juego de oca. Huellas dactilográficas de sangre sobre el oro rayen el corazón de Cataluña eterna. Estrellas como puños sin halcón te relumbren, mientras que tu pintura y tu vida florecen. No mires la clepsidra con alas membranosas, ni la dura guadaña de las alegorías. Viste y desnuda siempre tu pincel en el aire, frente a la mar poblada con barcos y marinos. |
(Fragmentos) A Guillermo de Torre El paisaje escaleno de espumas y de olivos recorta sus perfiles en el celeste duro. Honda luz sin un pliegue de niebla se atiranta, como una espalda rosa de bañista desnudo. Alas de pluma y lino, barcos y gallos abren. Delfines en hilera juegan a puentes rotos. La luna de la tarde se despega redonda y la casta colina de rumores y bálsamos. En la orilla del agua cantan los marineros, canciones de bambú y estribillos de nieve. Mapas equivocados relucen en su ojos, un Ecuador sin lumbre y una China sin aire. Cornetines de cobre clavan sus agujetas, en la manzana rosa del cielo más lejano... Cornetines de cobre que los carabineros tocan en la batalla contra el mar y sus gentes. La noche disfrazada con una piel de mulo, llega dando empujones a las barcas latinas. El talle de la gracia queda lleno de sombra y el mar pierde vergüenza y virtudes doradas. Oh musas bailarinas, de tiernos pies rosados, en bellas trinidades sobre el jugoso césped. Acoged mis ofrendas dando al aire de altura nueve cantos distintos y una sola palabra. |
(Fragmento) Homenaje a Manel de Falla Pange lingua gloriosi corporis misterium. Cantaban las mujeres por el muro clavado cuando te vi, Dios fuerte, vivo en el Sacramento, palpitante y desnudo, como un niño que corre perseguido por siete novillos capitales. Vivo estabas, Dios mío, dentro del ostensorio. Punzado por tu Padre con aguja de lumbre. Latiendo como el pobre corazón de la rana que los médicos ponen en el frasco de vidrio. Piedra de soledad donde la hierba gime y donde el agua oscura pierde sus tres acentos, elevan tu columna de nardo bajo nieve sobre el mundo de ruedas y falos que circula. Yo miraba tu forma deliciosa flotando en la llaga de aceites y paño de agonía, y entornaba mis ojos para dar en el dulce tiro al blanco de insomnio sin un pájaro negro. Es así, Dios anclado, como quiero tenerte. Panderito de harina para el recién nacido. Brisa y materia juntas en expresión exacta, por amor de la carne que no sabe tu nombre. Es así, forma breve de rumor inefable, Dios en mantillas, Cristo diminuto y eterno, repetido mil veces, muerto, crucificado por la impura palabra del hombre sudoroso. Cantaban las mujeres en la arena sin norte, cuando te vi presente sobre tu Sacramento. Quinientos serafines de resplandor y tinta en la cúpula neutra gustaban tu racimo. ¡Oh Forma sacratísima, vértice de las flores, donde todos los ángulos toman sus luces fijas, donde número y boca construyen un presente cuerpo de luz humana con músculos de harina! ¡Oh Forma limitada para expresar concreta muchedumbre de luces y clamor escuchado! ¡Oh nieve circundada por témpanos de música! ¡Oh llama crepitante sobre todas las venas! |
Agnus Dei qui tollis pecata mundi. Miserere nobis Noche de los tejados y la planta del pie, silbaba por los ojos secos de las palomas. Alga y cristal en fuga ponen plata mojada los hombros de cemento de todas las ciudades. La gillette descansaba sobre los tocadores con su afán impaciente de cuello seccionado. En la casa del muerto, los niños perseguían una sierpe de arena por el rincón oscuro. Escribientes dormidos en el piso catorce. Ramera con los senos de cristal arañado. Cables y media luna con temblores de insecto. Bares sin gente. Gritos. Cabezas por el agua. Para el asesinato del ruiseñor, venían tres mil hombres armados de lucientes cuchillos. Viejas y sacerdotes lloraban resistiendo una lluvia de lenguas y hormigas voladoras. Noche de rostro blanco. Nula noche sin rostro. Bajo el sol y la luna. Triste noche del mundo. Dos mitades opuestas y un hombre que no sabe cuándo su mariposa dejará los relojes. Debajo de las alas del dragón hay un niño. Caballitos de cardio por la estrella sin sangre. El unicornio quiere lo que la rosa olvida, y el pájaro pretende lo que las aguas vedan. Sólo tu Sacramento de luz en equilibrio aquietaba la angustia del amor desligado. Sólo tu Sacramento, manómetro que salva corazones lanzados a quinientos por hora. Porque tu signo es clave de llanura celeste donde naipe y herida se entrelazan cantando, donde la luz desboca su toro relumbrante y se afirma el aroma de la rosa templada. Porque tu signo expresa la brisa y el gusano. Punto de unión y cita del siglo y el minuto. Orbe claro de muertos y hormiguero de vivos con el hombre de nieves y el negro de la llama. Mundo, ya tienes meta para tu desamparo. Para tu horror perenne de agujero sin fondo. ¡Oh Cordero cautivo de tres voces iguales! ¡Sacramento inmutable de amor y disciplina! |
Me quedo con el transparente hombrecillo que come los huevos de la golondrina. Me quedo con el niño desnudo que pisotean los borrachos de Brooklyn, con las criaturas mudas que pasan bajo los arcos. Con el arroyo de venas ansioso de abrir sus manecitas. Tierra tan sólo. Tierra. Tierra para los manteles estremecidos, para la pupila viciosa de nube, para las heridas recientes y el húmedo pensamiento. Tierra para todo lo que huye de la tierra. No es la ceniza en vilo de las cosas quemadas, ni los muertos que mueven sus lenguas bajo los árboles. Es la tierra desnuda que bala por el cielo y deja atrás los grupos ligeros de ballenas. Es la tierra alegrísima, imperturbable nadadora. la que yo encuentro en el niño y en las criaturas que pasan los arcos. ¡Viva la tierra de mi pulso y del baile de los helechos, que deja a veces por el aire un duro perfil de Faraón! Me quedo con la mujer fría donde se queman los musgos inocentes, me quedo con los borrachos de Brooklyn que pisan al niño desnudo; me quedo con los signos desgarrados de la lenta comida de los osos. Pero entonces baja la luna despeñada por las escaleras, poniendo las ciudades de hule celeste y talco sensitivo, llenando los pies de mármol la llanura sin recodos, y olvidando, bajo las sillas, diminutas carcajadas de algodón. ¡Oh Diana, Diana, Diana vacía! Convexa resonancia donde la abeja se vuelve loca. Mi amor de paso, tránsito, larga muerte gustada, nunca la piel ilesa de tu desnudo huido. Es tierra, ¡Dios mío!, tierra, lo que vengo buscando. Embozo de horizonte, latido y sepultura. Es dolor que se acaba y amor que se consume, torre de sangre abierta con las manos quemadas. Pero la luna subía y bajaba las escaleras, repartiendo lentejas desangradas en los ojos, dando escobazos de plata a los niños de los muelles y borrando mi apariencia por el término del aire. 1935 |
Siento que arde en mis venas sangre, llama roja que va cociendo mis pasiones en mi corazón. Mujeres, derramad agua, por favor; cuando todo se quema, sólo las pavesas vuelan al viento. |
Con la frente en el suelo y el pensamiento arriba, iba yo andando, andando, y en la senda del tiempo se echaba mi vida en busca de un deseo. Junto al camino gris vi una vereda en flor y una rosa llena de luz, llena de vida y de dolor. Mujer, flor que se abre en el jardín: las rosas son como tu carne virgen, con su fragancia inefable y sutil y su nostalgia de lo triste. |